(Continuación) Y sin salir del campus, en su flanco de poniente, existe un pabellón deportivo homónimo que, curiosamente, carece de un rótulo nominativo en su exterior que lo acredite, sí, como lo lee, estas cosas pasan y con don Santiago no será la única vez que nos ocurra. Ya se lo cité hace unas semanas, me refiero al patio interior ajardinado ‘Santiago Ramón y Cajal’ de la hispalense Facultad de Medicina, pero esa es otra historia que habrá que contar en otro momento. La que toca hoy es la del pabellón del que en realidad tengo más bien poco que decirle pues es, más o menos, como mucho otros pabellones: está cubierto; puede dividir su pista de forma transversal, permitiendo así la práctica de baloncesto y voleibol; posee pista sintética; o está provisto de una grada con capacidad para cuatrocientos espectadores. En fin, esas cosas.

Humillado en un pulso

Pero claro, falta el motivo mollar, el justificador de su presencia en esta tribuna pretendidamente divulgativa que es De ciencias por Sevilla, y ese no es otro que la faceta deportista de nuestro laureado nobel, una cara más del inquieto y díscolo Santiagué. El “niño demonio”, metido siempre en mil peleas y que en su juventud no mejoró pues con veinte años le dio por practicar culturismo, sí ha leído bien, ¿no le parece insólito? Y lo más curioso del asunto es el motivo, una “chiquillada” en realidad. Resulta que fue vencido en un pulso por un chico de ciudad, a él que se consideraba un robusto montañés, y la verdad es que no se lo tomó nada bien, vamos que lo consideró toda una humillación que exigía venganza, por lo que se inscribió en un gimnasio de la Plaza del Pilar (Zaragoza) decidido a aumentar lo más posible su musculatura. Y tanto afán le puso, era muy perfeccionista, que terminó por adquirir una extraordinaria fuerza física y un más que marcado desarrollo muscular, tal fue la juvenil obsesión que cogió por el culturismo y el boxeo.

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Catedrático de Física y Química jubilado. Autor del blog 'Enroque de Ciencia' (carlosroquesanchez@gmail.com)