Situada en el barrio de Nervión, durante décadas constituyó su límite meridional a lo largo de sus 1364 m de longitud, los comprendidos entre la calle Enramadilla donde empieza y la avenida de Hytasa donde termina, llegando a abarcar en su extensión dos distritos postales (41005 y 41018). Hasta comienzos del pasado siglo fue llamada camino de Alcalá de Guadaira, pues llevaba a esta población, y camino del Juncal, por el arroyo que la atravesaba en su tramo final. Ya en el inicio del siglo XX se le cita como avenida del Nuevo Matadero, por el edificio de estilo neomudéjar que se construyó en 1910 al final de la misma.

Pero no fue hasta el expediente de rotulación de 1922 cuando se acordó darle el nombre actual en honor al médico y científico español Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), especializado en histología y anatomía patológica, Premio Nobel de Medicina y Fisiología en 1906. Un callejero reconocimiento que tuvo en vida, coincidiendo con el septuagésimo (70.º) aniversario de su nacimiento en Petilla de Aragón (Navarra). Por cierto, no es la primera vez que nuestro homenajeado aparece por estos predios, ya lo hizo en una cartela del Laboratorio Municipal de Sevilla (II).

Nobel y noble

Sin duda alguna estamos ante el investigador español más influyente en la historia de la humanidad y el primero en recibir un nobel de ciencias, compartido con el italiano Camillo Golgi “en reconocimiento de su trabajo sobre la estructura del sistema nervioso”. Compañero y sin embargo competidor pues si bien don Santiago utilizó durante años su método de tinción de células (impregnación argéntica), las tesis neurocientíficas que ambos defendían no podían estar más en contradicción. Donde sí parecen existir dudas, y hasta enfrentamientos, es en el significado de la laureada concesión. De una parte, la postura de Ortega y Gasset y su duro apotegma, donde sostiene que el caso de Ramón y Cajal, más que ser motivo de orgullo para España lo es de vergüenza, al tratarse claramente de una excepción. Más alto, quizás, pero más claro, imposible. Decirlo, digo.

De otra, la protagonizada por el segundo científico (¿español?) galardonado con el Nobel, Severo Ochoa, al manifestar que si bien era cierto que la investigación en biología y medicina de España era pobre, no era menos cierto que sin Cajal hubiera sido nula. Visto así, usted decide. Y en vida le decía porque, como seguro sabe, el galardón sueco no se entrega a personas fallecidas, aunque me sé de una excepción: el de Medicina de 2011 lo recibió póstumamente Ralph Steinman, fallecido tres días antes. No obstante hay un título que sí recibió el petillés de manera póstuma, el de Marqués de Ramón y Cajal (1952), coincidiendo con el centenario de su nacimiento. Un título nobiliario y franquista que le llegó, dicho sea de paso, vía ciencia, no como otros de la época, siendo uno de los cuatros concedidos por el régimen por este motivo y aún vigentes. Ya veremos en qué quedan con el “sanchecismo” imperante.

Ramón y Cajal, humanista

Es decir que practica humanidades, ciencias y artes, lo que hacemos los humanos. Como científico, en 1888, descubrió que todo el sistema nervioso está compuesto de entidades individuales, células independientes más tarde denominadas neuronas, que constituyen su unidad estructural y funcional. Una nueva hipótesis, teoría neuronal, que refutaba a la imperante hasta ese momento, teoría reticular, defendida entre otros por Golgi considerando al tejido nervioso como una red continua de fibras. Estamos ante un Cajal que unos exégetas consideran padre de la Neurociencia y otros lo dejan en pionero de la ciencia neural.

Y si bien su condición de genio de la ciencia es una faceta que nadie ignora, es posible que algunos desconozcan otras no menos creativas. Ha de saber que trabajó de herrero, de zapatero, practicó el culturismo, fue un magnífico fotógrafo y tuvo sus escarceos literarios; sin olvidarnos de su afición a la astronomía, sus excepcionales aptitudes para el dibujo que plasmó en su obra histológica y su interés por combatir las pseudociencias. Como lo lee. Pero por encima de todo me quedo con su ejemplo de vida, toda una lección de ética y voluntad.

Otros reconocimientos sevillanos

Sin ánimo de ser exhaustivo, intención de agotar el tema ni propósito de ser excluyente, a vuela tecla se me vienen a las manos: el Campus Ramón y Cajal de la Universidad de Sevilla, al comienzo de la avenida homónima; el Pabellón Polideportivo Ramón y Cajal, perteneciente al SADUS y ubicado en la avenida de Dinamarca, s/n; o el patio interior ajardinado Santiago Ramón y Cajal, de la hispalense Facultad de Medicina. Sin duda habrá que volver sobre “Don Ramón”. Me gusta mucho una de sus citas: ‘Al carro de la cultura le falta la rueda de la ciencia’, la dijo a principios del siglo pasado y, por desgracia, no se puede decir que haya perdido vigencia.

Catedrático de Física y Química jubilado. Autor del blog 'Enroque de Ciencia' (carlosroquesanchez@gmail.com)