Entendido el término campus como conjunto de terrenos y edificios que pertenecen a una universidad -del latín campus, “llanura”- este recinto, ubicado en el barrio de Nervión (41018) y comprendido entre las calles Barrau y Camilo José Cela y las avenidas Ramón y Cajal y San Francisco Javier, alberga en la actualidad las facultades universitarias de Turismo y Finanzas, Filosofía, Ciencias Económicas y Empresariales, y Psicología. Y como ve lleva el nombre de nuestro primer laureado en ciencias Santiago Ramón y Cajal (1852-1934), Premio Nobel en Medicina y Fisiología de 1906, siendo el tercer reconocimiento sevillano en esta tribuna periodística dedicado al científico navarro, tras la avenida homónima y la cartela de la fachada del Laboratorio Municipal de Sevilla (II). Razón por la que dedicaremos estas líneas a comentar otras facetas suyas quizás menos conocidas, pero no por ello menos interesantes, siguiendo para ello un orden más o menos cronológico.

«El niño demonio»

Fue hijo de Antonia, una tejedora, y de Justo, un pastor analfabeto que a los 16 años aprendió a leer y escribir por sí solo, se doctoró en Medicina con más de cincuenta años gracias a su prodigiosa memoria, y llegó a ser un médico de reconocido prestigio. Desde pequeño, Santiagüé, fue muy revoltoso y desorganizado, andaba siempre metido en peleas y era un mal estudiante incapaz de concentrarse en clase; unas circunstancias por las que, ya se lo imaginará, recibió no pocas reprimendas y castigos de su padre y profesores. Especialmente de aquél, le llamaba 'el niño demonio', de modo que repasar su infancia y juventud es como asistir a un duelo entre padre e hijo, entre el sentido del deber del adulto y los deseos impulsivos del niño. En definitiva, entre la ciencia y el arte, verá por qué le digo esto. El arte porque, si algo había que de verdad le gustara al niño, eso era dibujar, y lo hacía a todas horas del día y la noche, acerca de cualquier temática (rocas, flores, árboles) y sobre todo tipo de superficie (folios, libros, tapias o puertas). Y la ciencia porque el padre solo deseaba que su hijo abandonara el dibujo, abrazara los libros de texto y siguiera sus pasos profesionales; casi lo que querría cualquier padre.

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Catedrático de Física y Química jubilado. Autor del blog 'Enroque de Ciencia' (carlosroquesanchez@gmail.com)