Dicen que nunca es tarde, pero a veces hubiera sido mejor no esperar tanto. Vuelves y apenas si conoces ya a la gente. Muchos de los de tu edad ya no están y los jóvenes no saben quién eres, aunque le digas el mote de tus padres.

El camino se te va haciendo cada vez más familiar y te empequeñeces recordando cuando eras chica. Miras a un lado y a otro y preguntas.

– ¿Vamos por el “espantasueños”?

-Sí, era por este mismo sitio cuando la empresa se tenía que parar para que pudiera pasar el coche de Manolo, el único que había en el pueblo. ¡Daba miedo asomarse por la ventanilla!

Hoy has pensado visitar uno de los lugares en los que nunca has estado, tú no sabías que Pruna tenía una cascada. Conocías sus arroyos, el río salado, entre Pruna y Olvera. Por eso te has perdido y te has colado en una cacería y, aunque el lugar era precioso, un bosque de ribera, debiste volver porque los cazadores así te lo aconsejaron, no vaya a ser que por mor del “demonio” te den un tiro. Antes habías pasado por el cementerio y habías recordado las meriendas del día de “los santos” cuando visitabas con tu familia las tumbas de tus abuelos. Te impresionaba mucho contemplar las fotos de ellos incrustadas en la lápida…pero te lo pasabas bien, no te daba miedo estar allí, porque ese día era un día de fiesta, de recuerdo para los que ya no estaban en la casa.

Al pasar por la puerta viste a unos jóvenes que charlaban. Desde la cancela se veían algunos nichos con su lápidas y otros con una foto y unas palabras escritas que daban información del lugar donde se habían encontrado aquellos restos y que ahora habían desenterrado, por eso de la memoria, de una fosa común, aquella donde iban los ahorcados. O los que no habían recibido “cristiana sepultura” por distintos motivos.

– ¿Y si entramos?

A la vuelta, cerrado, pero al mirar de nuevo la cancela con un gran candado echado, tres mujeres de distintas edades parecían saludarnos desde dentro del cementerio.

-Imposible, no puede ser…

Seguimos adelante, pero en ese momento oímos voces:

– ¡Eh, ayuda!

Menos mal que era media mañana, que, si llega a ser por la tarde o por la noche, hubiéramos abandonado el lugar “como alma que lleva el diablo”. Entonces, sin pensarlo más, bajamos del coche y nos acercamos a la cancela:

– ¿Qué os pasa? ¿por qué estáis ahí dentro?

-El guarda, que nos ha dejado encerrás…

– ¿Y no se ha dado cuenta de que aún estabais dentro cuando ha cerrado?

-Mira que se lo habíamos dicho: ¡no te vayas a ir sin avisarnos!

– ¡Vaya por dios!

– ¡Hacé el favó y llamá a arguien.

– ¿A quién llamamos?

-A Manolito, el del yeso.

-Nosotros no somos de aquí, bueno ella ha nacido en Pruna, pero hace muchos años que se fue.

-Es que hemos se lo henmos dicho antes a uno que pasó, pero de eso hace ya un buen rato y todavía no ha vuelto.

Había que ayudar a las mujeres, antes de que empezaran a entrar en pánico…

-Yo no iba a venir, mira estoy hasta en zapatillas, comentó una.

-Pues como no venga alguien, aquí nos vamos a quedar todo el fin de semana.

-No, el lunes es fiesta también, así que, hasta el martes, no hay nada que hacer.

– ¡No diga eso hombre!

-Bueno por lo menos que venga alguien y que traiga algo de comé…

-Pero, ¿el guarda no ha entrado antes de irse a ver si quedaba alguien dentro?

-Es que como el muchacho tiene miedo de entrar en el cementerio…Hemos llamado a la policía local y hasta el ayuntamiento. Nada, cerrado. Se nos ocurrió llamar entonces a la guardia civil. Contestó un guardia de Osuna y nos dijo que ya haría las gestiones pertinentes, llamamos entonces a la de Olvera y nos contestó que, a Pruna, ni muerto.

– ¡Ay, mira que dejarnos aquí, con los muertos!, dijo la de en medio.

-Eso, yo le he dicho a mi padre: opaíto hoy nos proteges tú, aunque el pobre, bastante tiene con lo suyo…

-Yo no quiero ni pensá que tenga que pasá aquí la noche…

-Mi madre decía que se sabe cuándo se sale, pero nunca cuándo se vuelve.-¡Y es poca verdad!

-Pues hasta que no pase el puente…

– ¡Vaya mala suerte!, comentó la más joven.

Para “matar el rato”, nos pusimos a charlar con las mujeres.

– ¡Ay, mira, desde aquí se ve la zona donde enterraban antes a los que se ahorcaban, a los que no recibían “cristiana sepultura”!

– ¿Y estas fotos en los nichos?

-Esos son los restos que han encontrado en las fosas comunes. Cuando la guerra, los mataban en las mismas tapias del cementerio y después los enterraban a todos juntos, y nadie sabía realmente a dónde estaban enterrados sus familiares y muchas veces no decían si habían sido ajusticiados o no.

En ese momento pasaba un coche y lo paramos. El hombre nos saludó amigablemente, como si nos conociera de toda la vida. Luego nos dimos cuenta de que nos había confundido con gente del pueblo.

Las mujeres se pusieron muy contentas.

¡Qué alegría, que mi hijo viene para el almuerzo! Pedimos al hombre que avisara al guarda y, allí seguimos hasta que llegó un coche amarillo con dos ocupantes, y que por fin traían la llave.

Entonces, dejamos a las tres almas, ya seguras de su suerte y nos dirigimos al pueblo.

¿Serían esas tres mujeres las protagonistas del cuento que nos contaba Serafín, el tío de mi padre, en las noches de invierno, alrededor de la chimenea?

Dice una leyenda de Pruna que, una tarde, llegó a Pruna un burro solo y conociendo a su dueño, fueron a buscarlo y no lo encontraron en toda la noche.

Cuando por la mañana fueron al cementerio a preparar los nichos para el día de los Santos, encontraron a Felipe desmayado, dentro del cementerio, junto a la tumba de su abuelo…

¿Eran estas mujeres las tres gracias, o las tres ánimas que vinieron a cobrarle una deuda al hombre del burro?

¿Fueron reales estas mujeres o nos la habíamos imaginado?

Como decía mi padre, ésta es una historia que “puede ser verdad y no haber pasado”

Maestra, especialista de francés. Titulada por la Escuela Oficial de Idiomas, colabora en La Voz de Alcalá desde el año 2003 y en el periódico local 'La higuerita' de Isla Cristina desde el año 2010....