José Antonio Revilla y su hijo. Carmen González

4 de marzo de 1962. En el Programa de Cuaresma de Radio Veracruz, el entonces alcalde de Arahal, Gabriel Mengíbar, contó que ese mismo día nacía en la localidad un niño que era el último hermano apuntado en la Hermandad Sacramental de la Esperanza y, en la misma casa del recién nacido, una vivienda de la calle Doña Luisa, vivía también el hermano que tenía el número 1. Fue sólo una curiosa anécdota premonitoria. El niño se llama José Antonio Revilla Torres y, en la actualidad, es el costalero que más años lleva en activo en este pueblo desde que en 1979 fundó la primera cuadrilla de su hermandad. Posiblemente sea de los costaleros de más edad de la provincia.

El arahalense tiene 62 años recién cumplidos y, desde que comenzó la Cuaresma, ensaya con la Hermandad Sacramental de la Esperanza de Arahal por las calles del pueblo. Cada Semana Santa se mete entre trabajaderas para llevar el paso de la Virgen de las Angustias y San Juan Evangelista. No es el único que ha sacado a la calle en los últimos 45 años, cuenta mil anécdotas de aquellas primeras cuadrillas de hermanos costaleros que se formaron en las hermandades locales. No quiere seguir contando sin apuntar que, ese hermano número uno de la Esperanza, se llamaba Enrique, dormía en la parte baja de su casa con su mujer, Carmen, porque ambos trabajaban para su familia. De ahí la coincidencia.

Bautizo del costalero en Arahal. Carmen González

José Antonio Revilla anda pegado a sus costumbres. Es aficionado a los caballos -responsable técnico de la Yeguada Sierra Mayor de Monesterio (Badajoz),- y los toros, además regenta un antiguo comercio en Arahal, con más de 100 años, un herencia por donde han pasado cuatro generaciones de su familia. Y, lo mejor, el comercio se mantiene intacto. Una familia que ha dejado su impronta en él. “Mi madre y mi abuela eran muy religiosas, aquí en esta casa, antiguamente, cuando llegaba la Cuaresma había que hacer las flores de tela que llevaba la Virgen en el paso y se limpiaban los candelabros de la Hermandad”, cuenta. Y todo lo hacían rezando el rosario porque, eso sí, las mujeres de la casa eran más de Sagrario.

Por eso, en cuanto fue un adolescente, finales de los años 70, el camino estaba marcado. En aquellos años, todavía las hermandades tenían cuadrillas de costaleros profesionales y comenzaron a organizarse los hermanos más jóvenes de cada hermandad para sacar a sus titulares. “Los primeros años fueron muy duros, no había costaleros suficientes para el relevo y llegábamos a la iglesia rozando las zancas del paso por el suelo”, cuenta. 

El germen de la primera cuadrilla en la que entró surgió precisamente en el equipo de balonmano masculino de Arahal, aunque según dice, “había gente de todas las edades”. En 1978, comenzó con los primeros ensayos y, paralelamente a la cuadrilla de la Hermandad Sacramental de la Esperanza, se formaron las de otras dos hermandades locales, Nuestro Padre Jesús Nazareno y Santo Entierro. 

José Antonio Revilla, costalero en activo desde 1979. Carmen González

El día que salieron en la prensa

Cuenta, que se “inauguraron” a lo grande porque, una vez formada la cuadrilla y con los ensayos necesarios, llegó un aviso desde la Hermandad de Jesús Cautivo y María Santísima de La Paz de Morón de la Frontera, “no tenían dinero para pagar a la cuadrilla y allí nos fuimos”. Para ser la primera vez, merecieron hasta una crónica en la prensa provincial “lo hicimos como sabíamos, estuvimos un montón de horas en la calle, una mecida y otra, y el pueblo se entregó. Eso no le sentó demasiado bien a algunos de la cuadrilla que lo habían llevado otros años y hubo incidentes porque decían que le íbamos a quitar el pan. Intervino hasta la Policía y acabó saliendo en la prensa”, recuerda sonriendo.

Anécdotas que han labrado su vida de costalero en torno a la Semana de Pasión, no sólo en Arahal. Ha llevado sobre sus hombros el Cristo de la Hermandad de Montesión en Sevilla. “Me llamó una amigo en 1980 porque estaba formando la cuadrilla. Empecé con Rafael Franco Luque”. Fue el capataz del que Ernesto Sanguino, capataz del Señor de la Sentencia, dijo el año pasado en el anuario que edita la Hermandad de la Macarena de Sevilla, que se convirtió, por derecho propio, en una figura indispensable para comprender la evolución del mundo del costal en la Semana Santa de Sevilla, incluso dijeron de él que era “el mejor capataz de todos los tiempos”. El arahalense cerró su ciclo en Montesión con otro capataz conocido por el nombre de Juani (Juan Lozano Delgado), fallecido en 2021.

De esos días cuenta que la “Agrupación Musical Santa María Magdalena tocaba al Santísimo Cristo de la Salud (Hermandad de Montesión) y los músicos siempre iban tarde para acompañar a Jesús Nazareno. Cuando llegaba la hora de encerrarlo, no se cansaban, querían una marcha y otra y me gritaban, diles a los músicos de tu pueblo que toquen”.

En Morón de la Frontera también siguió hasta 2017 y en Carmona, con la Hermandad de La Quinta Angustia, hasta que llegó la pandemia. Echó una mano también durante unos años en la Hermandad de la Misericordia de Arahal “cuando era capataz Francisco Jiménez Cabrera”. Y ha formado parte de las cuadrillas de la Virgen del Carmen y de Corpus Christi en Arahal. Porque el mundo del costalero es así, una vez formas parte de él, aunque pertenezcas a una hermandad, si puede ser, entras en otras cuadrillas. 

Recuerdos que no se borran

Si tiene que entresacar uno de entre todos sus recuerdos, sin dudar dice que jamás olvidará la salida extraordinaria por el 75 aniversario de la Virgen de las Angustias el 22 de junio de 2013. “Cuando entramos con el paso de palio hasta la misma puerta de la iglesia de San Roque sonaba ‘Requiem’ (marcha compuesta por Bienvenido Puelles Oliver) y tocaba la Banda de Música de Arahal. Para salir, tuvieron que tocar dos veces ‘Macarena’ (Emilio Cebrián)”.

José Antonio ha puesto tanto en valor los momentos de ese día que dice no haber visto todavía, diez años después, el vídeo profesional que grabaron del recorrido. “No quiero mezclarlo con mis recuerdos. Fue una salida distinta, fluida, con muchas horas en la calle y muchos momentos apoteósicos”, sentencia.

Desde aquella primera Semana Santa entre trabajaderas, ha pasado mucho, incluso una pandemia y algún que otro año que por estar convaleciente de accidentes, no ha podido salir. También ha pasado que la lluvia se ha hecho presente en Viernes Santo y  han tenido que quedarse en la iglesia. Como dijo una vez el actual hermano mayor, Javier Rodríguez Caro, “la Esperanza ha convivido mucho con la lluvia”.

“El primer año, 1979, llovió y sólo pudimos sacar al Cristo hasta el portal de la Iglesia para mecerlo un rato”. Y, hace menos tiempo, durante la Semana Santa de 1995, un chaparrón cogió el paso de palio en la calle Victoria y tuvieron, más que andar, volar para recorrer la calle Corredera, Veracruz e Iglesias hasta llegar a la parroquia Santa María Magdalena. “Paramos un instante a la altura de la plaza de la Corredera para dejar avanzar al Cristo, lo demás fue en una chicotá”. 

Muchos vecinos de Arahal fueron testigos angustiados de ese momento en el que esperaban, viendo correr a los costaleros con el suelo empapado de agua, que ocurriera un accidente. No llegó a pasar, entraron en la iglesia y todos se tiraron al suelo en el Altar incapaces de dar un paso más. La adrenalina había conseguido lo que parecía un imposible.

Costaleros de la Hermandad Sacramental de la Esperanza de Arahal. Carmen González

Son momentos cofrades que pasan de padres a hijos. José Antonio Revilla, fundador de la primera cuadrilla de costaleros de la Hermandad de la Esperanza, este año volverá a bautizar a nuevos costaleros, echándoles un jarro de agua por la cabeza en el patio de la parroquia, unos minutos antes de salir.

Todos los años, asegura, que es el último, pero sigue. Su hijo tiene 15 años y ya apunta maneras, ha realizado algunos ensayos con él, pero aún le quedan tres para continuar una tradición familiar que está asegurada. Es fácil ver el paso en los ensayos rodeados de niños pequeños, algunos traen hasta su propio costal. 

El costalero se convierte en los pies de las imágenes. “Hay que tener las piernas fuertes, eso es todo”, dice el veterano costalero. Pero seguro que quienes han visto una buena chicotá, saben que es mucho más.