Socios de Lyra Tattoo Studio, negocio de tatuaje en Sevilla / Clara Fajardo
Socios de Lyra Tattoo Studio, negocio de tatuaje en Sevilla / Clara Fajardo

La existencia del tatuaje se remonta a los orígenes del hombre. Así lo corroboró el descubrimiento fortuito en 1991 de la momia del hombre de Ötzi, quien presentaba 61 marcas de forma geométricas en su piel realizadas con cortes y frotadas con carbón. Superada la Edad de Bronce, en la actualidad, la profesión milenaria de tatuador supone una salida laboral viable y rentable para los jóvenes. Éste es el caso de Marta Martínez y Daniel Jiménez. Sevillana y cacereño licenciados en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla y actuales socios en Lyra Tattoo Studio.


Daniel, tras probar varios años trabajando por cuenta ajena, comprobó que «lo de tener jefe» no era para él. Después de experimentar la dinámica de las galerías de arte, supo que ese no sería su camino y decidió adentrarse hace cinco años en un camino que, con esfuerzo y perseverancia, le ha llevado a tener clientes tanto en Extremadura, como en Andalucía. Marta sin embargo confiesa que todo se inició «como una broma». Consciente de que el mundo de las influencias asociado a las artes no iba con ella, consideró que este campo «era auténtico, no estaba prostituido por mecenas, ni contactos de élite».

Confianza, la clave para el éxito del tatuaje

Tanto Marta, como Daniel, coinciden al afirmar que la clave para que un tatuaje resulte lo esperado es la «confianza que se establece entre profesional y cliente». Ambos aseguran que la falta de contacto en un mundo tan digitalizado provoca en la gente la necesidad del «contacto analógico. La charla, la conversación…A veces actuamos incluso como psicólogos», indican.

«Siempre nos han dicho que el tatuador se hace en la calle, en el terreno del grafiti, del arte callejero. Y, desde el respeto absoluto por los pioneros y maestros, aprendemos y sumamos nuestra propia visión aunando estudio y calle, desde nuestra titulación universitaria»

socios lyra tattoo studio

Además, la formación académica en Bellas Artes genera claramente confianza en los clientes. Desde el diseño, hasta la finalización de la cura del tatuaje, los conocimientos que poseen Daniel y Marta son una garantía de destreza, profesionalidad y seguimiento. Manejar las técnicas con materiales como el óleo, el carboncillo, o el acrílico, entre otros, ayudan a comprender cada diverso tipo de piel «cuya profundidad, grado de pigmentación y tempo son únicos en cada cliente. Nunca sabemos cuál será nuestra próxima creación. Un reto, y una satisfacción al mismo tiempo».

De las sombras sociales a complemento de belleza

A pesar de tratarse de una práctica que se remonta al Neolítico, especialmente en el siglo XX, llevar un tatuaje era propio de grupos marginales, cárceles o legionarios. Sin embargo, poco a poco, y con el paso del tiempo, «se ha convertido en un elemento más de belleza», explica Marta. «Ahora, por razones estéticas, la gente decide adornar su cuerpo con diseños de diferente índole. O bien por puro gusto a la vista, o por algún significado en concreto. Recuerdo el caso de una abuela y una nieta que quisieron compartir un tatuaje por unión familiar. Algo precioso, la verdad».


En esta línea, Daniel distingue dos tipos de clientes: «aquellos que llegan con alguna idea preconcebida, y otros que exploran con nosotros. Siempre digo que el 20% de nuestro trabajo es la ejecución del tatuaje en sí, el 80% restante es la comunicación con el cliente. Escuchar, asesorar, probar sobre papel antes de ir a la piel y es justo ahí donde se asientan los pilares entre tatuador y cliente. Como médico y paciente, como abogado y cliente.

Tengo clientes, ya amigos que esperan lo que haga falta con tal de que seamos nosotros los que sigamos dibujando su cuerpo porque esto es adictivo, quien prueba, suele repetir», subraya Daniel entre risas. En lo referente al precio, por arriba no existe tope, pero por abajo, lo mínimo que se despacha cuesta 40 euros. Y ojo, porque para eliminar un tatuaje, o bien se intenta camuflar con otro, o hay que acudir al láser.

Advertencias sobre el tatuaje

Daniel Jiménez es tajante en este asunto: «ante cualquier mínima duda de salud, pido un informe médico». En principio, aquellas personas con enfermedades como la diabetes, con tratamiento de sintrom, dermatitis o psoriasis, no son público objetivo. Aunque depende de cada perfil y del tipo de tatuaje que se quiera realizar. En Lyra Tattoo Studio lo tienen claro, «cero riesgos y siempre consulta facultativa».

En cuanto a las cicatrices, debe haber pasado mínimo año y medio desde su origen y si existe cicatriz queloide (engrosada y elevada), es terreno prohibido. A todo ello, hay que añadir que en verano no es en absoluto recomendable realizar tatuajes porque durante, al menos, diez días, el diseño debe estar totalmente oculto al sol y al agua. «Aquí en Sevilla, dudo que sea posible con este calor», apostilla Daniel. «La única zona prohibida es la lumbar por riesgo de infecciones cefalorraquídeas».

El tatuaje curado supera a la acción de las redes sociales

Contra todo pronóstico, Marta y Daniel corroboran que «el boca a boca de siempre es el diferencial en este negocio». A pesar de que el océano de internet y de Instagram son claros expositores de un trabajo como el del tatuador, el reclamo para un futuro cliente es el ‘user experience’ (experiencia de usuario).

«Si yo veo a un amigo, conocido o familiar con un tatuaje ya consolidado, seguramente me plantee acudir al lugar en el que éste se haya hecho tal diseño». El tiempo de recuperación total de la piel sobre la que se ha realizado la herida para inserir el tatuaje oscila entre las dos semanas y el mes. Otra cosa es, que el resultado definitivo del diseño se aprecia 100% a los tres meses. Por ello, es un menester de paciencia, de carrera de fondo y de confiar en el trabajo bien hecho. «No nos la jugamos, nuestra reputación va en ello».

Anécdotas y rarezas

Como en todo negocio de venta al público, el desfile de caracteres de toda clase es algo habitual en comercios como el de Daniel y Marta. «Nosotros en ocasiones contadas nos negamos a realizar un tatuaje (teniendo en cuenta el marco sanitario en el que nos movemos). Eso sí, informamos en todo momento de sus consecuencias».

Haciendo memoria, Marta relata para Sevilla Actualidad el ejemplo de un grupo erasmus. «Eran todas chicas y querían tatuarse el nombre de ‘Jose’ en la planta del pie. Yo les insistí en que en esa zona se borra con facilidad cualquier diseño. Pero aceptaron e igualmente accedieron al trato para llevarse un souvenir de Sevilla, aunque fuera efímero».

Andalucía, pionera en la regulación del tatuaje

Para poder ejercer como tatuador, en la UE y en España se exige que el profesional tenga un curso higiénico sanitario con el que, por supuesto, cuentan los socios de Lyra Tattoo Studio. Andalucía, a ello, le ha sumado desde 2017, la obligatoriedad presentar una titulación académica de formación profesional, certificado de profesionalidad IMPE2009 ‘Maquillaje integral’ o la correspondiente acreditación parcial acumulable en las unidades de competencias establecidas en el Catálogo Nacional de Cualificaciones Profesionales denominadas UC0068_3.

«El boca a boca de siempre es el diferencial en este negocio»

Socios de Lyra Tattoo Studio


En el gremio de los tatuadores no siempre ha sido fácil aceptar la apuesta por personas como Daniel y Marta provenientes de la formación académica. «Siempre nos han dicho que el tatuador se hace en la calle, en el terreno del grafiti, del arte callejero. Y, desde el respeto absoluto por los pioneros y maestros, aprendemos y sumamos nuestra propia visión aunando estudio y calle, desde nuestra titulación universitaria».

Plumilla por vocación, he trabajado en radio, televisión y prensa on line. Profundamente europeísta y convencida de que el Periodismo es el motor de cambio de la sociedad y hay que salvaguardarlo. Para...