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Los expertos advierten de los riesgos, mientras cada vez un mayor número de la población tatúa alguna parte de su cuerpo. Aunque es una práctica estética a la orden del día, ¿conocemos los riesgos a los que exponemos nuestra piel?

A pesar de lo que se cree socialmente, los tatuajes no son producto de las modas ni una tendencia actual, ya que encontramos restos de tatuajes en las primeras momias.

La palabra tatuaje fue introducida en Europa por el capitán Cook, a finales del siglo XVIII, gracias a sus exploraciones en Taití y las islas Polinesias. Deriva de la palabra “Ta” del polinesio “golpear”, que a su vez deriva del sonido tau-tau.

Pero aunque alcanzó su máximo momento de popularidad en los años 60 con el movimiento hippy, no es hasta la década de los 90, cuando los jóvenes de la “generación Y” o también llamados “millenials” (que ahora tienen entre 16-30 años) lo han incluido entre sus características vitales.

Todos tenemos claros el procedimiento que se lleva a cabo a la hora de realizar un tatuaje: mediante miles de heridas punzantes en la piel, se introduce tinta de diferentes colores. La razón por la que los tatuajes duran tanto es precisamente por su profundidad: la tinta no se inyecta en la epidermis, sino en la dermis, que es la segunda capa de piel más profunda.

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Sin embargo, no son tan conocidos sus riesgos que, como la mayoría de las cosas relacionadas con nuestro cuerpo, los tienen. Un buen número de tintas están hechas a base de pigmentos derivados de metales. En otras palabras, introducimos en la piel materiales extraños a nuestro cuerpo, que a veces provocan rechazo del organismo. Y a su vez, cada color está formado por distintos compuestos como por ejemplo, ocurre con la tinta negra, la cual contiene partículas de carbón. Cuando todos estos colorantes extraños al organismo son introducidos en la zona profunda de la piel, quedan ahí alojados de por vida.

Es por ello que las primeras horas o días después del tatuaje, la piel está herida y aparecen dolor, picor, inflamación, secreción e incluso descamación, pudiendo prolongarse todos estos efectos secundarios durante 1-3 semanas. Así, la piel se vuelve más sensible, seca y descamada que el resto del cuerpo, siendo necesario prestar más atención que al resto de la piel, acompañándola de una serie de cuidados indicados por los especialistas como hidratarla a diario o evitar la exposición solar.

Por otro lado, en los últimos tiempos han aparecido voces entre los mayores expertos en la piel, los dermatólogos, que nos advierten de algo peligroso: a largo plazo las micro quemaduras repetidas pueden facilitar la aparición de cáncer de piel, sobre todo si tienes lesiones cutáneas como lunares o pecas en la zona del tatuaje.

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Y es que, además, un gran tatuaje tiene el problema de servir de tapadera a la hora de ver cambios en lunares o lesiones previas que existieran en esa zona. Julián Conejo-Mir, director-jefe de Servicio de la Unidad de Gestión Clínica de Dermatología del Hospital Virgen del Rocío, lo tiene claro: “En nuestras campañas de prevención siempre recomendamos que acudas al dermatólogo si observas algún cambio en tus lunares o pecas, pero si estas lesiones no pueden controlarse por estar mimetizadas dentro de un gran tatuaje, cualquier signo de alarma pasa desapercibido”

Pero este no es el único riesgo que suponen los tatuajes. Las alergias severas de contacto son el peligro más frecuente y difícil de solucionar. La persona tatuada comienza a sentir, desde las pocas semanas después de realizarlo, picor contínuo y rebelde, así como inflamación y eczema permanente en la zona tatuada. Se trata de una reacción alérgica de hipersensibilidad a los componentes de la tinta. Como la tinta queda depositada ahí de por vida, estas reacciones son también de por vida.

De todos los colores, el negro es el que menos alergias produce, y los rojos, amarillos y naranjas los más peligrosos, siendo mayoritariamente quienes producen este tipo de reacciones. Su único tratamiento es la eliminación del pigmento, lo que a veces obliga a quitarlos urgentemente con láser o quirúrgicamente. Para prevenir esta complicación, se aconseja que antes de un tatuaje, sobre todo si es extenso, hacer una pequeña prueba con la tinta que se vaya a utilizar, en alguna zona oculta. Otras complicaciones de los tatuajes son granulomas sarcoideos y reacciones granulomatosas. Por tanto, antes de un tatuaje, sobre todo si es extenso, debe realizarse una información completa de todos sus posibles efectos secundarios.

¿Y si ya no te quiero?

Sabemos que el 25% de las personas que se hacen un tatuaje se arrepienten en unos años de haberlo realizado. El tatuaje es un mensaje que está escrito en la piel de forma indeleble, para que uno mismo lo pueda ver o bien lo hagan los demás. Además, una proporción importante de tatuados piensan que sus tatuajes les hace más sexys. ¿Pero qué sucede si las circunstancias de la vida que motivaron el tatuaje cambian o simplemente, ya no te sientes a gusto con él?

El tratamiento actual de elección para quitar tatuajes es láser, en particular el denominado “q-switch”, que lo elimina sin dejar secuelas. Este láser actúa fragmentando el pigmento en partículas muy pequeñas que permiten a nuestro organismo eliminarlas a través del drenaje linfático. El color negro es el fácil de tratar, pero otros colores como el rojo, amarillo o naranja, son muy resistentes al láser.

Conejo-Mir afirma que “el tatuaje es una moda, y, como tal, las modas pasan. No es lo mismo como se ve un tatuaje sobre una piel joven y bonita de 25 años, que en esa misma persona cuando tenga 60 años. Uno de cada 4 tatuados quiere quitarlos alguna vez en la vida. Antes de dar el paso de realizarlo, debes hacer una revisión de tu piel y saber si eres un buen candidato, además de informarte de sus efectos secundarios a considerar. Y aunque el láser los pueden eliminar, los muy extensos son en la práctica de por vida”.

Así que ya saben, antes de tatuarse, consulten muchas noches con la almohada. Un tatuaje supone un riesgo y un compromiso para el que todo el mundo no está preparado.