(Continuación) Son pintadas representativas de la otrora sevillanía universitaria -con las que algunos estudiantes celebraban sus propios logros o los de otros compañeros, a modo de loa pública de sus “victorias académicas”- y que aparecen en grandes caracteres sobre las paredes de las instituciones más señeras de la ciudad. Un acto para proclamar la obtención del título de Doctor que completaban con la celebración de una comida para profesores, familiares y compañeros (que se mantiene más o menos en la actualidad) y de un festejo taurino que ya no, y de donde se obtenía la sangre para pintar el vítor, razón de su color rojo, y a la que se añadía óxido férrico u óxido de hierro (III), Fe2O3, junto a algún pigmento mineral o vegetal para su fijación y durabilidad.

De Salamanca, no de Tierra Media

Una artística combinación de letras, símbolos, dibujos y números la susodicha pintada que, como alguien me dijo hace poco, más bien parecen sacados de las lenguas de la Tierra Media, ya me entiende, el ficticio continente en el que transcurren buena parte de las historias que el polímata autor británico J. R. R. Tolkien (1892-1973) escribió para su Legendarium. Una colección de leyendas o libros a modo de historia antigua de la Tierra, en puridad de Europa, de muchos miles de años antes de la Era Moderna, ‘Mi tesoro, mi tesoro’. Y aunque lo pueden parecer, sobre todo según a qué ojos, pero va a ser que no. Las inscripciones son muy semejantes a otras que abundan en Salamanca -ciudad universitaria por excelencia en la España medieval, renacentista y barroca- desde donde se fue extendiendo a otras importantes universidades de España y América.

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Catedrático de Física y Química jubilado. Autor del blog 'Enroque de Ciencia' (carlosroquesanchez@gmail.com)