El poderoso rey de tres cuerpos ya no es lo que era. De aquel mítico tirano rey Gerión no queda más que la leyenda de sus rebaños de reses paciendo en las orillas del río Guadalquivir. Al gran río, al-wādi al-Kabīr, le cercenaron el Brazo de la Torre y el Brazo del Este hace ya mucho tiempo, y sólo le queda un cuerpo por donde fluye el agua que baja desde la Sierra de Cazorla. O no, porque ni se ponen de acuerdo si el Guadalquivir nace en la Sierra de Cazorla, en la Fuente de los Agujeros frente a la imponente montaña sagrada de La Sagra, o si estirándolo un poco llega hasta la provincia de Almería. ¡Qué bonito tener un río cuyo eje ensarte siete de las ocho provincias andaluzas! Pero, ¿será por no hacerle un feo a Granada y Almería o porque técnicamente es creíble que el cauce del Guadiana Menor sea la continuación del naciente Guadalquivir más allá de Jaén? Vete a saber: cuando la política se cruza con la ciencia… La ciencia siempre sale perdiendo.

Descripción del río Guadalquivir en 1778 por Francisco Antonio Pizarro: …«este río tan famoso en la antigüedad y [h]oy tan deplorable, por la poca utilidad que nos dexa en su navegación, y los graves daños que ocasionan sus inundaciones desde que faltó esta boca» (se refiere a la Madre Vieja del río, el antiguo brazo sur que desembocaba entre Rota y el Puerto de Santa María, y constituía la segunda mítica boca del río que menciona Estrabón).

Lo que está clarísimo es que apenas lleva agua de río: el caudal fluvial que chorrea por la Presa de Alcalá del Río es menos de 40 m3 por segundo durante las tres cuartas partes del año[1]. Y el 10% del año, es decir, algo más de un mes, nada de nada. En consecuencia, el agua que circula por su cauce es, principalmente, el que la marea empuja hacia arriba dos veces al día, para luego bajar con una velocidad de un metro por segundo, mientras que el caudal fluvial que escurre desde la presa apenas alcanza los cinco centímetros por segundo. La onda de marea asciende rotunda, rebota en la propia presa a 110 km de la desembocadura porque no baja suficiente volumen de agua para ralentizarla, y eso crea corrientes impredecibles que contribuyen a erosionar las márgenes en los tramos más bajos.

Tampoco baja suficiente agua desde la presa para empujar los limos con decisión al mar, sino que se quedan coloreando el estuario de un eterno tono café con leche. Las crecidas son muy raras en un río tan aprisionado, pero cuando no queda más remedio que desembalsar tras fuertes lluvias, el caudal fluvial puede ascender a 3000 m3 por segundo. Eso sí, entonces baja cargadito de los limos y arcillas que los embalses retuvieron en el fondo durante épocas más tranquilas.

Como puntos de sutura, los postes en las márgenes del tramo bajo del estuario del Guadalquivir intentan cerrar las cicatrices que la erosión de la onda de marea excava cada día.

Nada más salir del Alto Guadalquivir, el río empieza a colmatar su propio cauce, creando islotes y bajíos. No es de extrañar porque al poco de nacer el río apenas corre, más bien ensarta embalses. Cola y cabeza de embalses se van alternando por todo su eje, desde el embalse del Tranco de Beas (Jaén) hasta la presa de Alcalá del Río (Sevilla) son 7 presas. Y sus afluentes reúnen otros 22 grandes embalses, más 140 pequeñas presas; en una cuenca de 57.500 km2 de extensión, salen a una presa por cada 340 km2.

Islotes de arena se acumulan en el Guadalquivir bajo los ojos del puente romano de Andújar (Jaén).

Así, no es de extrañar que la fauna piscícola del Guadalquivir, que antaño suponía casi la tercera parte de todas las especies de peces que habitaban la Península Ibérica, ahora esté en franco declive[1]. Especialmente vulnerables son los peces que migran desde el mar hacia la cabecera de los ríos para desovar (o viceversa) porque la primera presa en el estuario, Alcala del Río, no tiene una escalera de peces apropiada. Una inversión que no llega ni a la categoría “chocolate del loro” que, sin embargo, ayudaría, al menos en parte, a facilitarle la vida a algún esturión despistado (o trucha, sábalo, saboga, lamprea) que todavía se empecine en remontar el río como antaño lo hicieran sus ancestros.

La importancia que tuvieron los recursos pesqueros en el estuario del Guadalquivir se plasma en los numerosos ejemplos de emisiones monetarias como esta moneda acuñada en Ilipa (actual Alcalá del Río). Las migraciones anuales de sábalo remontando el Guadalquivir constituían una auténtica fiesta para los pobladores de la zona. No en vano, Estrabón publicitaba la Turdetania como una tierra bendecida por los dioses.

Necesitamos mucha agua para vivir y utilizamos mucha más. Concretamente, en la cuenca del Guadadalquivir necesitamos consumir cada año unos 405 hectómetros cúbicos[1] para abastacer a la población, tanto residentes como turistas (un total de 4,5 millones de habitantes-equivalentes), más 3200 hectómetros cúbicos para la agricultura y, además, usamos otros 9600 hm3 para generar energía hidroeléctrica (ya saben, esa que es “verde”). Es decir, la agricultura consume casi 8 veces más agua que la población, pero las compañías eléctricas usan 3 veces más de agua de lo que gasta la agricultura. Desembalsar las reservas de agua para generar electricidad no es moco de pavo aunque, desgraciadamente, se está convirtiendo en la fechoría habitual de nuestras compañías eléctricas. Luego, las autoridades dicen que nuestros embalses están medio vacíos por culpa del cambio climático, y aquí paz y después gloria.

¿Cuánta agua le queda entonces al estuario del Guadalquivir para vivir? Nuestros ríos necesitan llevar algo de agua para que el sistema entero no colapse, un mínimo que les mantenga en una situación degradada aunque sin llegar a matar a la gallina de los huevos de oro. Ese volumen mínimo es lo que al final se contabiliza como caudal ecológico y las autoridades competentes han calculado que 378 hm3 deben llegar cada año a la desembocadura del Guadalquivir. Dado que el 80% del agua que llega a la desembocadura procede del chorrillo que desagüa la presa de Alcalá del Río, bastan apenas 10 m3 por segundo para satisfacer el caudal ecológico estimado por las autoridades competentes (suponiendo, claro, que los afluentes del Guadalquivir en el estuario lleven agua y, que ésta alcance un aporte conjunto de 2 m3/s). Pan comido. Hasta los años ochenta del pasado siglo, el caudal que desembalsaba la presa de Alcalá del Río era de uno 5000 hm3 anuales1. Desde entonces, y con una directiva europea mediante, basta desembalsar 16 veces menos que antaño para cubrir el expediente.

La alta densidad y la enorme extensión de los olivos en regadío super intensivo ponen en jaque la supervivencia de otros sectores agrícolas, como el arrocero, y otros usos del agua, como los caudales ecológicos. ¿Merece la pena hipotecar el futuro de todos por un pelotazo financiero para unos pocos?

Por si fuera poco, las autoridades competentes del control, vigilancia y reparto del agua en la cuenca del Guadalquivir se enzarzaron en una pelea que aún sigue dando coletazos (y lo que queda). En 2007, la Junta de Andalucía le “robó” la cuenca a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (C.H.G.) aplicando una interpretación muy particular del Estatuto andaluz que, finalmente, fue declarada inconstitucional gracias a un recurso interpuesto por la Junta de Extremadura. A principios de 2009, más de 600 empleados de la C.H.G. pasaron a formar parte de la Agencia Andaluza del Agua, para después volver a ser reabsorbidos en 2011. Un baile de competencias, dimes y diretes que ha dejado onda huella entre ambas administraciones y no ayuda en nada a encarar los desafíos científicos, técnicos, medioambientales y económicos de la gestión de tan magno territorio. Lo dicho: cuando la política entra por la puerta, la ciencia salta por la ventana.


[1]    Díez-Minguito et al. (2012).

[2]    Ramos-Merchante et al. (2021).

[3]    Cada hectómetro cúbico (hm3) equivale a 1000 millones de litros de agua.

Profesora Titular de Ecología, Dep. Biología Vegetal y Ecología (Universidad de Sevilla) y colaborada en el proyecto TRANSDMA. "Proyecto de la Universidad Pablo de Olavide financiado por la Consejería...