Silencio en las calles, cabezas cabizbajas, rostros serios y tristes, y sobre todo un ambiente de respeto y de miradas que tan solo con cruzarse se entendían. Así amanecía Sanlúcar la Mayor el miércoles día 3 de febrero.

Guía Blasco. Dudas, dolor e impotencia por una injusticia de este calibre. La vida de una gran persona y de un gran político terminaba sin avisar, sin ni siquiera asustarlo un poquito…la vida se lo llevaba sin contar con la opinión de nadie más, sin tener en cuenta todo lo que había hecho por ella y, sobre todo, sin darle una oportunidad de volver a encaminarla. Así se acaba la vida de Juan Escámez en la pasada madrugada del día 3 de febrero.

Pero no importa cuanto se viva sino cómo se haga, y Juan se ha llevado una libreta de la vida escrita más allá de los márgenes. Hay que dejar que a la vida le crezca la barba y la alegría, y ponerle tú la edad. Y además hace falta equivocarse, y como todo político y toda persona Juan también lo hizo y estos errores han servido muchas veces para que su detractores se armaran de fuerzas y se sintieran más cerca de ganar la batalla política. Pero Juan nunca abandonó, sabía que todo esto formaba parte del juego y que su único objetivo en él era hacer aquello que estaba en sus manos para que Sanlúcar la Mayor creciera.

Juan no aterrizó en este terreno de juego de una manera buscada, sino que fue la vida una vez más la que eligió por él, igual que eligió que fuera el sexto en una familia de siete hermanos, e igual que eligió que su padre sufriera siendo muy joven por la muerte de su abuelo, e igual que eligió que él también lo hiciera cuando el suyo le dijo adiós en aquel noviembre… Juan crecía en una carnicería, y desde muy pequeño se enfrentaba a la vida laboral, y no a una vida laboral cualquiera, sino a una vida dura y obligada por la necesidad de tener que llevar el pan a su familia que se quedaba vacía sin su padre.

A los 20 años, “y sin que la vida me haya regalado nada, porque la suerte no existe”, tal y como decía Juan, se ganó un puesto en la policía. Además paseó por los Grupos Especiales de Operaciones (GEO), y permaneció muchos años al lado de Manuel Chaves, como subinspector, el jefe de la sección de Protección de la Unidad de la Policía Nacional.

Y es que el geo de Sanlúcar estudiaba Criminología en sus escasos ratos libres y adoraba a Inma, su mujer, y a sus hijos Juan y Verónica, que se trajeron de Guadalajara, sede del GEO, y un acento castellano que de vuelta a Andalucía chocaba con el ceceo impenitente del Aljarafe sevillano. Un ceceo sencillo, tenaz y fuerte: como era Juan Escámez.

La vocación de servicio a los demás ha sido la línea principal que ha seguido la vida de Juan. Comentaba Navarrete, antiguo secretario general del PSOE de Sevilla, que era imposible caminar junto a él por las calles de su pueblo, porque todo el mundo le paraba y a todo el mundo lo atendía, daba igual donde fuera, el día que fuera… Juan nunca tenía una mala cara para nadie y ese quizás fue uno de los principales motivos para que sin duda alguna el mejor candidato del PSOE sanluqueño fuera él.

Nadie olvidará a Juan. Sanlúcar le recordará cuando pueda bajar a Sevilla en diez minutos gracias al cercanías, cuando pueda disfrutar de esa piscina cubierta, cuando pasee por la Avenida Antonio Pazos y vea el nuevo aparcamiento, cuando baje por la calle de los escalones… Juan está en cada esquina de nuestro pueblo, y todos sabemos que es muy complicado volver a empezar, que es muy complicado no verle inaugurando la feria, no verle en la puerta del ayuntamiento, no poder pedirle cita para hablar con él o tomando café en el Rincón, pero él estará en nuestros corazones y en todas y cada una de esas mejoras que desde 2004 han ido llegando a Sanlúcar la Mayor.

Descansa en paz, Juan.

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