Hace unas semanas pasé por la carretera de Su Eminencia para ir a Montequinto. Era domingo. Mala suerte la mía, que me pilló la salida de los aficionados del Betis, y el trayecto que normalmente se hace en poco más de 3 minutos, se convirtió en una odisea de más de 15 minutos. No hay mal que por bien no venga, ya que normalmente no te paras a ante el –triste- panorama que se observa a través de la ventanilla del coche.

Basura por las calles, rastrojos y arriates sin ningún tipo de cuidado, total ausencia de mobiliario urbano, pintadas, edificios en ruina, solares en bruto, coches quemados;
en definitiva, falta total de cuidados y protección social. Este panorama se mezcla con drogas, delincuencia e inseguridad, en el día a día de una de las zonas más devastadas de la ciudad, las 3.000 viviendas. Nada que no supiera cualquier ciudadano de a pie.

 

Pero la primera pregunta que debemos hacernos es, y ¿qué se puede hacer ante esto? En el mismo coche, recordé las propuestas del politólogo J. Q. George, y el criminalista G. L. Kelling, en la América de los ’80: la teoría de las ventanas rotas.

«Consideren un edificio con una ventana rota. Si la ventana no se repara, los vándalos tenderán a romper unas cuantas ventanas más. Finalmente, quizás hasta irrumpan en el edificio, y si está abandonado, es posible que sea ocupado por ellos o que prendan fuegos adentro. O consideren una acera o banqueta. Se acumula algo de basura.

Pronto, más basura se va acumulando. Eventualmente, la gente comienza a dejar bolsas de basura de restaurantes de comida rápida o a asaltar coches.»

A groso modo, estos observadores proponían arreglar los pequeños problemas de una ciudad para que no pasaran a formar parte de los grandes problemas, o dicho de otro modo, solucionar esos pequeños obstáculos salvables, para que no se degraden aún más.

Los problemas de la delincuencia, el trapicheo, y la inseguridad, son una cuestión prioritaria para estas zonas, sin embargo, revitalizar la barriada solucionando los problemas de hábitat y espacios urbanos degradados pueden ser un comienzo, en base a esta teoría que tuvo grandes éxitos en ciudades como Nueva York o Alburquerque durante los años ’90. Hablamos de solucionar esos problemas “fácilmente solucionables”; más coches de recogida de basura, limpieza de edificios y grafitis, mejoras en la urbanización de calles y plazas, creación de espacios y zonas verdes, mayor vigilancia policial, y tolerancia cero con prácticas ilegales. En definitiva, hacer el barrio un lugar más habitable, que no es mucho más que aquello que se realiza en el resto de barrios sevillanos. No son pasos que solucionen los grandes problemas de barrio, arriba descritos, de manera directa, pero si pueden servir para prevenir que se proliferen, y propaguen, como bien señalan los resultados de la paradoja de los cristales rotos.

Muchos son los proyectos que se han llevado a cabo, y que se están llevando en estos momentos para reanimar esta zona, y crear un barrio visible y habitable. Parece evidente que todos los esfuerzos del consistorio hispalense deberían de ir a mejorarlo. Ahora que estamos en precampaña, deberíamos hacernos la segunda pregunta de este artículo, si este barrio es una prioridad en la agenda política de los alcaldables para el 22 de mayo. Si es así, con qué nos sorprenderán en esta ocasión. Hagan sus apuestas.

Fernando Molina Peñalosa | @ferdulo

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Licenciado en Periodismo y Máster en Sociedad, Administración y Política, puso en marcha el 'Proyecto Deguadaíra', germen de Sevilla Actualidad. Ha pasado por El Correo de Andalucía, Radio Sevilla-Cadena...