El ambicioso e inconcluso proyecto de comunidad política, económica y sociocultural construido a lo largo de décadas de logros y decepciones  en torno a la Unión Europea parece que se resquebraja en la misma medida que la crisis financiera internacional arroja nuevas víctimas a las que socorrer en un esfuerzo colectivo. El ‘euroescepticismo’ larvado desde su misma concepción institucional  en la mayor parte de los países del norte comienza a dar muestras irrefutables de constituirse como tendencia política en una coyuntura compleja marcada por la inestabilidad económica y la amenaza de desestructuración.

 

El último país que se ha sumado a este movimiento de descreimiento europeísta ha sido Finlandia, con el ascenso demoledor del partido ultraderechista y euroescéptico de Timo Soini, ‘Auténticos Finlandeses’, en las elecciones parlamentarias celebradas el pasado domingo 17 en el país nórdico. Con el 19% de los votos y 39 diputados en el hemiciclo, la formación de Soini se erige como la tercera fuerza política del país a tan sólo una décima del Partido Socialdemócrata y a un punto de los conservadores del Partido de Coalición Nacional, y por tanto, pieza clave en un previsible gobierno de concentración que podría excluir al Partido de Centro de la primera ministra, Mari Kiviniemi, verdadero derrotado de los comicios tras la pérdida de 15 escaños (se queda con 35).

El demoledor ascenso de ‘Auténticos Finlandeses’ (ha multiplicado por 15 sus resultados de 2007) no dejaría de ser una mera aunque preocupante anécdota electoral de ámbito local sino fuese por el sustancial hecho de que su entrada en el ejecutivo puede influir en el voto de Finlandia de cara a la aprobación del rescate de Portugal por parte de la Unión Europea a mediados de mayo. El propio Soini ha manifestado en numerosas entrevistas que no entiende por qué su país debe pagar por los errores cometidos por otros gobiernos (Finlandia mantiene una envidiable salud económica) y, como consecuencia, se opone de forma tajante a un nuevo rescate financiero tras la inoperancia de los llevados a cabo en Irlanda y Grecia.

El Fondo Europeo de Estabilidad Financiera, órgano encargado de legitimar la ayuda, precisa del voto unánime de los estados miembros, por lo que el cambio de panorama político en Finlandia ha suscitado un estado de incertidumbre que ha pretendido paliar Jyrki Kateinen, el previsible nuevo primer ministro y líder de la Coalición Nacional encargado de formar gobierno. Para Tero Heikkinen, doctor en Ciencias Políticas por la Universidad de Helsinki, es un hecho incontestable que los Auténticos Finlandeses deberán realizar concesiones si desean participar en el nuevo ejecutivo, y la aprobación del rescate puede ser una de ellas, no obstante, debe ser tenido en cuenta el papel que desempeñará en la hipotética coalición el Partido Socialdemócrata de Jutta Urpalainen, hasta ahora en la oposición y contrario a las medidas financieras de la Unión Europea.

El incipiente sentimiento antieuropeo de la población finesa se ha aliado, asimismo, con dos hechos capitales para entender la irrupción del partido de Soini en el mapa político. Por un lado, el hartazgo de la ciudadanía ante una clase política salpicada por diversos escándalos de corrupción y anquilosada en una suerte de ‘turnismo’ entre conservadores y centristas, han hecho de los Auténticos Finlandeses la única alternativa real para el cambio. Por otro, el discurso xenófobo y populista de su líder ha sabido entroncar con la creciente preocupación de la sociedad ante un hipotético éxodo de inmigrantes hacia las prósperas tierras de Finlandia, un hecho que resulta paradójico si se tiene en cuenta que la población extranjera se sitúa en torno al 4% del total, tal y como apunta Miguel Vázquez Liñán, profesor visitante en el Instituto Aleksanteri de Helsinki.

En las próximas semanas, la constitución de un nuevo gobierno de coalición fruto de intensas negociaciones entres las diferentes facciones políticas, desvelará algunas de las dudas que tras los sorprendentes resultados electorales del pasado domingo 17 fueron sembradas en el seno de la Unión Europea acerca de la aprobación del rescate financiero a Portugal. Finlandia deberá, pues, lidiar con el manifiesto descreimiento europeísta de su ciudadanía al mismo tiempo que se deja llevar por el pragmatismo político impuesto por la entidad supranacional en la que queda inserta. Una negativa a las medidas financieras de la Unión Europea, tal y como reclama el nuevo partido en boga, desencadenaría una crisis interna de imprevisibles consecuencias en el seno del organismo comunitario producto de la democracia que inspira su naturaleza, al igual que sucediese con el rechazo de Irlanda y Holanda al Tratado de Lisboa.

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