Cuando se atisba el final de un año, siempre es momento de hacer retrospectiva y de formular nuestros buenos propósitos de cara al año que entra para marcarnos unas metas que alcanzar. Los políticos no son menos, y para 2015 en la lista de muchos aparecen recurrentemente tres indispensables: las Municipales, las Autonómicas y las Generales.

Con estos propósitos bien claros, ya estamos viendo los primeros movimientos que van a marcar el comienzo del año. Desde medidas populistas orientadas a captar a los parados y jóvenes, a la convocatoria de un sinfín de plazas en ayuntamientos y administraciones públicas en busca del voto de los opositores y funcionarios. Y también dimisiones simuladas en diferido, claro.

En año electoral todo son buenos deseos y predisposición. Que no parezca que desde hace 3 años aquí no se ha hecho nada más que meter la tijera, que ni han importado las familias, ni los parados, ni los estudiantes. Hay que salir guapos en cámara, y cuantas más fotos en la inauguración de obras absurdas o arengando la bondad de planes imposibles de creer, mejor. ¡Sonría, por favor!

¿Volveremos a ver Rajoy en la cola del INEM aclamando ser la solución que España necesitaba para combatir el paro? ¿Se encrudecerá la batalla norte-sur de los palmeros del PSOE por aclamar que Andalucía, la tierra donde una cuarta parte de su población está en paro, es un ejemplo de cómo hacer las cosas frente a la amenaza de los de la gaviota?

Se presenta un año política -y periodísticamente- muy interesante, donde todo puede pasar, y cuando digo todo, es todo. Desde pactos inverosímiles entre PP y PSOE para mantener el status quo (algo que sorprendería a todos y a nadie, a la vez), a debacles y alzamientos electorales ¿insospechados? como el de Podemos o nuevos movimientos extremistas.

Como si de un reality se tratara, ya conocemos a los concursantes, lo que nos queda ahora por ver es cuáles van a ser sus estrategias y hasta qué punto están dispuestos a hacer edredoning con unos y otros para llegar hasta la final. Gane quien gane, esto es como si de ver Gran Hermano se tratara: tanto la parte que vemos como la que no, al final, no deja de ser todo una mierda.