Resulta irónico pensar que la liga española está valorada como una de las mejores del mundo teniendo en cuenta que, a punto de expirar el campeonato, aún no se había repartido el grosso del pastel. Europa jugaba (y juega) al despiste y el descenso ha sido una particular ruleta rusa.

Los equipos sevillanos decidieron jugar con el azar hasta última hora y no les ha salido mal del todo. Sobre todo al Betis que con el insulso empate de Valencia ha culminado con la clasificación directa para Europa una gran temporada que ha premiado su regularidad.

La fortaleza mental y la brillante gestión de la plantilla que ha ejercido Pepe Mel pueden configurarse como las claves básicas de un inesperado éxito. Han sido varias las tormentas que han sobrevolado la Palmera esta temporada y a todas ha sabido sobreponerse el Betis.
Una de ellas, quizás la más grave, fue la goleada sufrida en el Sánchez Pizjuán. A la semana siguiente, una victoria en casa ante el Real Madrid con una defensa de circunstancias supuso el primer punto de inflexión de una temporada fundamentada en una magnífica primera vuelta donde casi se aseguró el primer objetivo de la salvación.

Ha sido una temporada muy prolífica en minutos para todos los jugadores de plantilla, quienes han sabido devolverle la confianza a Pepe Mel en cada oportunidad brindada. La demoledora pegada y un eficaz estilo de juego, aunque menos vistoso han llevado al Betis a sellar un retorno a Europa, que sólo pudo escaparse en el tramo final de temporada, donde las fuerzas flaquearon en más de una ocasión.

Si hablamos del Sevilla, la consecución de la novena plaza ha sido el premio de consolación a una temporada digna de olvidar. Un Sevilla que puede ser europea si los despachos así lo deciden, ya que la novena plaza actualmente es europea a expensas de la sentencia del TAS. Un premio inmerecido para unos jugadores sin garra y sin ambición que demostraron que cuando querían, podían.
Haciendo un leve recorrido por el campeonato de los blanquirrojos se puede hablar de un claro problema de bipolaridad, rozando lo soberbio en casa y siendo catastróficos como visitantes. El gran punto de inflexión esta temporada fue la marcha de Michel y la llegada del carismático Unai Emery, el cual ha sabido mantener a flote e incluso devolver las esperanzas perdidas de un Sevilla que hace mucho dejó de ser lo que fue.

‘Lo que fue’ pudo ser posible gracias a Andrés Palop que este sábado se despidió del estadio y de la afición que lo elevó al cielo, un adiós que sabe a poco comparado con todo lo que este portero ha aportado al mejor Sevilla de la historia. Pero todo eso como decimos es historia, ahora toca mirar a la próxima temporada con un proyecto renovado, eliminar el aire viciado que el club desprende y aprovechar la nueva oportunidad que el TAS puede otorgarle de forma extraordinaria.

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