Es siempre arriesgado volver a llevar a escena a un mito tantas veces representado, la Carmen de Merimée, que sin embargo y como todo está sujeto a un continuo cambio porque cambia la sociedad que lo lee e interpreta. Así, la dramaturgia de Antonio Álamo nos presenta ahora un gran texto que, en el año del triunfo en el Mundial, incide en unos machismo y racismo aún muy presentes en la sociedad española.

 

Miguel Ybarra Otín. La obra comienza ambientada en el XIX y es a mitad cuando lenguaje y vestuario la traen a la actualidad (la escena final se ambienta en este pasado verano de fútbol). Carmen, desde el principio, aparece con toda su personalidad, descaro, desparpajo y desvergüenza. María José Castañeda está magnífica en el papel: adopta su personalidad en forma y gesto y además canta y baila muy bien.

Todo el reparto convence y la escenografía es tan sencilla como solvente. Texto, dirección (Alfonso Zurro) y actores consiguen una obra dinámica y con fuerza, como bien muestra que tratándose de una historia por todos conocida ésta se disfrute y se haga corta.

Aparte de esto, todo es susceptible de mejora y quizás también en esta recién estrenada ‘Carmen’, un título al que se le ha de exigir bastante y que en su parte final me resulta un poquito exagerado, con un tono burlesco -culminado con banderas y griterío futbolero silenciando el drama- algo más acentuado que en el resto de la obra.

www.SevillaActualidad.com