Retrato de Jesús Pascual, autor de Querer como las locas y el documental ¡Dolores guapa! Lva

«Apoyá en el quicio de la mansebía / Miraba encenderse la noche de mayo / Pasaban los «hombres y yo sonreía / Hasta que en mi puerta paraste el caballo», así comienza la letra de Ojos verdes, una de las letras más populares del poeta español de la Generación del 27 y aclamado autor de copla, Rafael de León. El encuentro al que se refiere el artista es el de una prostituta con su cliente. Algunos investigadores, sin embargo, sostienen que en realidad hace referencia de forma oculta a dos desconocidos que se cruzan y se clavan las miradas. Esta última tesis no es descabellada en una época en la que la homosexualidad se castigaba duramente. No era extraño que el arte jugase con ambigüedad para eludir a la censura. La canción fue interpretada por primera vez en 1937, el mismo año en el que tuvo lugar el bombardeo de Guernica.

La historia de estos dos desconocidos pudiera ser la de cualquiera. Dos personas que, sin conocerse, conectan y se dejan llevar por la pasión. Es, en cierto modo, también, la historia de Antonio, ‘La Palomita’, el protagonista del libro Querer como las locas, el primer trabajo escrito por Jesús Pascual. El joven alcalareño, de 26 años, es además el autor del documental ¡Dolores guapa!, en el que profundiza en la vida y experiencias de personas LGTB que aman la Semana Santa, y que se hizo con el premio a Mejor Película de la Sección Panorama Andaluz en el Festival de Sevilla.

Los testimonios de Antonio se conectan con la copla de Rafael de León, haciendo un paralelismo entre las historias del poeta y la vida de este personaje real. Pascual lo conoció hace unos años a través de un amigo que hacía un voluntariado en una residencia de ancianos. «Sus historias despertaron nuestro interés. Su juventud la recordaba de forma muy luminosa», explica por teléfono desde Madrid, ciudad en la que vive actualmente.

Antonio le contaba que cuando tenía 20 años salía y se las apañaba para ligar. «Era como verse en una generación con 50 años de diferencia. Se parecía en muchas cosas y se diferenciaba en otras. Antonio vivía en plena dictadura. No vivió la represión como tal, pero sabía que tenía que guardarse muchas cosas para adentro», sostiene el autor.

Su relación con la copla viene de más joven, cuando salía de fiesta por Sevilla. Allí se dio cuenta de que dentro del mundo transgénero había cierta adoración por este género y que muchos de los espectáculos representaban canciones de aquella época. «Es un género que se popularizó entre el colectivo en los años 80 y que lleva siendo popular desde comienzos de siglo. Me interesaba mucho usarlo en el libro porque las coplas siempre cuentan historias de amor prohibido y secreto, de prostitutas y amantes que viven de forma clandestina», asegura.

Lo que descubrió Pascual fue que había una manera de conectar dos mundos. «Cuando Antonio habla lo hacen todas las protagonistas de la historia», afirma. La copla no solo está representada en los relatos, también en la manera de contarlos. En este caso, la artista más representativa fue Concha Piquer, quien allá por los años 30 estableció el canon de cómo debía interpretarse.

Las letras dan testimonio de cómo fue la vida en aquella época. Como género se la conoce como canción española. Es un arte cuyas raíces vienen del sur y que, en cierto modo, está ligado al flamenco. Aunque la sangre de muchos artistas es andaluza, la gloria la encuentran en los escenarios de Madrid. Es, también, un arte lleno de curiosidades. Por ejemplo, muchas veces se escribía imitando la pronunciación andaluza.

También la copla ha servido para alimentar a lo largo de los años algunos tópicos que persisten en nuestros días. «Lleva pasando desde finales del XIX, cuando llegaron escritores y pensadores de Europa a Andalucía. Se crea una imagen exótica de nuestra comunidad y es entonces cuando se generan muchos de los tópicos relacionados con el flamenco: los gitanos en las cuevas, la imagen primitiva y muy ligada a las fiestas, etc. Valores que estaban en contra de lo que significaba Europa, más ligada a la razón y a la ciencia».

Un ejemplo lo encontramos en la ópera Carmen, del parisino Georges Bizet. Los franceses invadieron la península en 1808 y José Bonaparte, hermano de Napoleón, quedó al mando. La ocupación extranjera inició una resistencia que luchó contra las fuerzas opresivas. La imagen que los galos tenían de los españoles era la de personas incivilizadas y analfabetas. «Escriben sobre una España de bandoleros, sobre personas que viven en otro tiempo», explica Pascual.

Una visión condicionada por un sentimiento supremacista. La copla, lejos de adentrarse en el cosmos filosófico de las grandes cuestiones, relataba el día a día más mundano y carnal de la sociedad. Francia nunca fue ajena al culto de la pasión pero, cuando son los vencedores quienes escriben la historia se caricaturiza a los vencidos.

La copla era para los jóvenes de los años 30 lo que hoy es el reggaetón. Es, si se piensa, también una contradicción. Los extranjeros que venían a España lo hacían atraídos por los cantos de sirena de las grandes cantautoras: Juanita Reina, Lola Flores o Estrellita Castro. Sin embargo, de puertas para adentro, el Gobierno del dictador Franco fomentaba un modelo de familia ultra religioso.

«Es el propio régimen franquista quien promociona este género. Curiosamente, en las letras las protagonistas se salen de esa imagen que querían vender. En la copla, la mujer era todo lo contrario, ya que podían saltarse las normas y cumplir sus deseos. Había un juego de tensión entre lo que debía ser la mujer en el franquismo y la mujer de la copla», asegura Pascual.

El autor alcalareño, con solo 26 años, ya tiene en su currículum haber escrito un libro y dirigido un documental que además ha sido premiado. En la mente tiene tres proyectos más, aunque es prudente y no desvela demasiado: «Uno de ellos es un documental sobre cómo los jóvenes imaginan su vejez», explica. Por ahora son solo ideas pero, vista su capacidad para hacerlas realidad, le auguramos una larga trayectoria.

Tengo más de 20 años de experiencia en medios de comunicación y 16 de ellos los he vivido en Madrid donde, además de comer bocadillos de calamares, he formado parte de las principales redacciones de...