Antonio Banderas con algunos de los personajes de 'El lince perdido'

Ésta es la primera película de animación en España que basa su iluminación en una técnica conocida como ‘oclusión ambiental’, proceso que permite calcular la cantidad de luz que recibe un punto en función de las superficies circundantes que puedan bloquearla. Como explica Miguel Ángel S. Cogolludo, jefe de producción del filme, es una técnica similar a las utilizadas en los estudios Pixar.

“Nosotros ya la empleábamos desde hacía un año cuando, hablando con algunos profesionales de Pixar, descubrimos que era la misma técnica que ellos utilizaron en Ratatouille”, recuerda. Incluso con estos avances para reducir tiempo, en la ‘granja’ de renderizado de la película -donde se concentran los ordenadores que han hecho posible el acabado de este filme (conocidos entre los animadores con el mote cariñoso de ‘pollos’)- el trabajo fue constante, día y noche durante ocho meses, para elaborar las cerca de 150.000 imágenes que contiene El lince perdido.

La labor de estos 40 ordenadores dedicados en exclusiva al ‘rendering’ se vio complementada por las noches con el apoyo del resto de los ordenadores del estudio, unos cien en total, para aunar así poder de computación y hacer realidad cada uno de los fotogramas del filme.

Antonio Banderas posa con un lince ibérico

Los avances técnicos de no se limitaron a su iluminación y los estudios Kandor Graphics también adaptó a sus necesidades herramientas técnicas ya existentes para ayudar en el proceso de renderización e iluminación de los personajes una vez animados, uno de los que consume mayores horas de computación.

Con el nombre de Point caché, el programa elimina los controles de animación de los personajes una vez acabado el proceso de la animación, lo cual aligera el peso de las imágenes a renderizar de forma que el ordenador las puede procesar con mayor rapidez. De este modo los técnicos de iluminación no tuvieron que preocuparse por las herramientas usadas por el equipo de animación, concentrando su trabajo en generar las mejores imágenes de la forma más rápida.

“Con este proceso el tiempo de renderizado se reduce a la mitad”, afirma Miguel Ángel Espada, gestor de datos de la ‘granja’, que vio cómo el tiempo normal de renderizado, por lo general de unos 40 minutos, se quedaba en 20.

Los desafíos en el departamento de composición, encargado de aunar los diferentes niveles de la imagen para obtener el fotograma final, no fueron menores. Con su estreno en cine como última meta, la transferencia de las imágenes digitales generadas en El lince perdido a un soporte cinematográfico exigió tener que trabajar con la resolución más alta en la actualidad, de 2.048 por 1.080 pixeles o como se conoce normalmente de 2K.

“Lo normal en cada plano fue contar con una media de seis niveles, entre pinturas mates, fondos, personajes, niveles de oclusión y efectos volumétricos de luz”, afirma Javier Fernández, director técnico del filme, sabedor de que en algunos de los planos tuvieron que componer hasta 26 capas de elementos gráficos para lograr la imagen final con la calidad y precisión en el detalle propio de Kandor Graphic.

La escena más complicada de El lince perdido, una cámara subjetiva de Newmann andando hacia el despacho de Noé por un pasillo de cristal mientras al fondo un monitor gigante de TV muestra el noticiario en curso, transcurre sin sobresalto al ojo del espectador, más interesado en ese momento por la acción. Pero esos pocos segundos de animación requirieron de un tiempo de renderizado y composición de más de cuarenta horas.

Para Manuel Cristóbal, productor ejecutivo del filme, su amplia experiencia profesional en otros estudios de animación le hace decir sin rubor que Kandor Graphics es, en la actualidad, una de las mejores empresas europeas en el campo de la animación y un referente a la hora de hablar de calidad y valores de producción. “El equipo técnico y artístico de la película ha sabido superar con creces cada uno de los desafíos de esta película y ha logrado una película que dará que hablar no solo en España sino también fuera de España reconoció Cristóbal.