La Semana Santa ya casi nos mira de reojo y durante siete días viviremos a pie de calle con los cinco sentidos en alerta, aunque el del oído no las tenga todas consigo por lo que ha de padecer con algunas de las composiciones que vienen aportando aire fresco a los repertorios.
No pretendo sentar cátedra sobre nada, pero creo que decir que las mejores composiciones para agrupaciones y bandas de cornetas ya están escritas no supone ninguna atrocidad, al igual que también sería justo decir que en la actualidad se están haciendo buenas marchas, aunque casualmente las que más despuntan son las que menos se parecen a lo que ya tenemos: marchas que más bien parecen estar compuestas para la banda sonora de una película o para un tablao flamenco que para acompañar el caminar de un paso de Cristo.
Pero oye, que el problema no es ni mucho menos que esas marchas parezcan extractos de un audio de película eh, que los hay inmejorables, pero desde luego pocos de ellos se caracterizan por su agudeza o por sus ritmos atropellados: el principal sello de lo que vengo criticando en estas líneas. Siempre suelo decir que en el equilibrio está la virtud, y aquí os pongo el ejemplo de siete marchas, en las que a sus autores el equilibrio se les fue de las manos desde el minuto uno.
Esta Semana Santa posiblemente las oirán en alguna esquina, no pierdas puntá y entérate de lo que, lamentablemente, más se lleva en marchas. El último grito, nunca mejor dicho.