Archivo - Imagen del yacimiento de El Carambolo, protegido por una cubierta de hormigón en espera de su recuperación - EUROPA PRESS - Archivo

La Junta de Andalucía ya tiene la propiedad del yacimiento del Carambolo, tal y como ha adelantado ABC de Sevilla. El Bien de Interés Cultural, descubierto en 1958, fue cedido al gobierno autonómico por el promotor Gabriel Rojas, que iba a construir en la zona. La firma se ha producido y el tesoro homónimo ya forma parte del patrimonio de la Junta.

En 2016 fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC). La zona del cerro de El Carambolo cuenta con 29.450 metros cuadrados que incluye el yacimiento en cuestión. Se halla bajo la premisa de un enclave «fundamental para el conocimiento de las primeras culturas asentadas en el Bajo Guadalquivir y en el suroeste de la Península Ibérica», según el decreto aprobado entonces.

La cronología de este enclave arranca en la Edad del Cobre y abarca el periodo tardío de la Edad del Bronce y la Protohistoria, destacando en el mismo los restos de un antiguo santuario fenicio, al que estaría conectado el famoso tesoro de El Carambolo.

Ya en marzo de 2022, el Gobierno andaluz firmaba un protocolo con el Grupo Gabriel Rojas, propietario de la cima del cerro de El Carambolo, para la «cesión gratuita» de los terrenos a la Administración andaluza. Dicha empresa había comprado los terrenos
en el año 2000 para levantar un hotel incluyendo la integración urbanística de los vestigios arqueológicos, entre los que destacan restos de un antiguo santuario fenicio. Sin embargo, tal iniciativa quedó truncada por las restricciones finalmente impuestas desde la Consejería de Cultura al mencionado proyecto hotelero.

El Carambolo no tendrá un centro de interpretación

Las jornadas sobre la puesta en valor de El Carambolo celebradas en enero finalizaeon con el «consenso» entre expertos y científicos de no construir un centro de interpretación que «reste personalidad» al yacimiento.

El catedrático de Prehistoria de la Universidad de Sevilla, José Luis Escacena, explicó que las «conclusiones» alcanzadas por todos ellos apuntan a «un modelo de intervención con poco impacto, que incluya participación ciudadana y sin un centro de interpretación que oculte el yacimiento o le reste personalidad».

Al punto, precisó que el enclave debe contar con un museo o «centro de visitantes», «para adaptarlo» al público, si bien la futura construcción deberá ser «de mínimo impacto sobre el sitio».