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Acostumbrados a pensar que todas las tradiciones de la Semana Santa se generaron hace siglos, tendemos a negarnos a nosotros mismos que hubo brillantes años de evolución que no están tan lejanos en el tiempo.

Por este motivo es conveniente echar la vista atrás y, en este caso, echar la vista atrás a los felices años veinte. Hay quienes pretenden separar la historia de Sevilla de los acontecimientos que surgen en cualquier lugar del mundo, acto muy osado, a pesar de que tengamos la sensación de que vivimos ajenos a él. Vivimos en la era de la globalización donde todo lo que ocurre aquí puede tener su consecuencia inmediata en otro lugar y probablemente, la clave de esto, esté en el capitalismo.

Con esta premisa, viajaremos en el tiempo, hasta la década de los años 20 del también siglo XX. El mundo vive un paréntesis de conflictos bélicos, lo que facilita el incremento económico de mercados como el de Estados Unidos, inaugurando una etapa histórica conocida como “Los felices años 20”.

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El mundo, Europa, España y Sevilla

Como indicábamos, se trata de un periodo de entreguerras, las Mundiales… y es que parece que cuando hay dinerito nos olvidamos de las armas, a las que solo recurrimos para culpar a alguien de lo que ocurre en épocas de crisis económica. Pero no debemos correr tanto, centrémonos en estos años. Los años 20. ¿Qué pasaba en el mundo? ¿Y qué pasaba en Sevilla, más concretamente en su Semana Mayor?

En Europa aparece una nación gobernada por el proletariado, el triunfo de los ideales marxistas y de la tradición obrera encabezada por Lenin. Alemania y Francia se encontraban un tanto asfixiadas por la crisis que les había supuesto su participación en la horrible Guerra Mundial, no porque en particular esta lo fuera más que otras, simplemente una guerra siempre es algo horrible.

En Estados Unidos se vive un periodo de esplendor económico, que además supuso que se convirtiera en un importante destino para emigrantes de otros lugares, particularmente países de la vieja Europa.

En lo audiovisual, aparecen figuras como el entrañable Mickey Mouse, se estrena la terrorífica película “El Gabinete del Dr. Caligari”, Charlie Chaplin empieza a sonar como uno de los grandes showmans del nuevo sistema de comunicación en desarrollo; la televisión y el cine. Situándonos en España se están preparando dos Exposiciones importantísimas: La Universal de Barcelona y la Iberoamericana de Sevilla, las dos inauguradas en el año 1929. Es curioso que ambas ciudades en el año 1992 compartieran celebraciones de calado universal.

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Aunque he querido aludir en el título a los “Felices años 20” y parece que la historia divaga, a continuación empezaremos a centrarnos en aspectos cofradieros; créanme que la cosa tiene bastante guasa… y es que pocas ganas teníamos en España de charlestón. En estos años nuestros antepasados estaban gobernados por Miguel Primo de Rivera, que desde el año 1923 y de la mano del monarca Alfonso XIII es la figura capital de la política de nuestro país. Lo cierto es que se produjeron algunos avances que fijaron el paso definitivo del sistema tradicional a una modernidad; eso sí, siempre controlada por el régimen.

Centrándonos ya en la Semana Santa, esta época implicó una gran evolución, siempre de la mano del esplendor económico que supuso para la ciudad la construcción de la Exposición del 29, que aprovechaba los terrenos del Centenario Parque de María Luisa. 

Aníbal González será siempre recordado como nuestro gran arquitecto regionalista. Desde principios del siglo XX proliferan importantes edificaciones que llevan su firma, al igual que la de sus colegas Juan Talavera o José Espiau. Sin embargo es en estos años 20 cuando llegan a su momento álgido de creación y quizás hagan sus más destacables aportaciones a la historia de la arquitectura.

En el mundo de la Historia del Arte nos encantan las etiquetas, y eso que es muy difícil afirmar que cualquier creación responde a un estilo concreto. En algunos de estos autores vemos amagos de acercamiento a corrientes modernistas (véase el edificio que el creador de la Plaza de España diseña en la calle Alfonso XII o la influencia del mudéjar).

Es de la mano de estos arquitectos, de la que vamos a recordar a grandes artistas que empiezan a despuntar con aportaciones importantes en estos años.

El primero que se nos viene a la mente es el gran Antonio Castillo Lastrucci, que en el año 1923 recibe su primer encargo destacable, la realización del misterio de Jesús ante Anás de la hermandad del Dulce Nombre, que por aquellos años se encontraba en San Román, y a la que no le convencían los titulares que poseían heredados de su otra etapa histórica, que habían rescatado del Beaterío de la Santísima Trinidad.

El misterio supone una creación escenográfica al nivel del mejor de los dramaturgos o películas de la época, pues la influencia de la pintura historicista de otros lugares junto con el citado mundo artístico cinematográfico, empieza a tener una influencia muy digna de tener en cuenta. Si comparamos el dinamismo y la interacción de las figuras secundarias de este misterio con algunos que nos llegaron del siglo XIX, comprendemos el éxito que pudo alcanzar el artista que nos toca. Un año después llegaría la virgen del Dulce Nombre, que fija el modelo de dolorosa con rasgos andaluces y con un aire castizo, muy en la línea del llamado regionalismo que estaba eclosionando en la ciudad a merced del buen hacer de los arquitectos mencionados antes.

El Martes Santo

Es curioso que en menos de 10 años la jornada del Martes Santo, que había sido inaugurada oficialmente con la incorporación de Santa Cruz a principios del siglo XX, se ve incrementada por cinco hermandades que surgen o resurgen. Poco después del Dulce Nombre, en el año 1922, aparecen las primeras reglas de la hermandad de la Candelaria, que rescata la imagen de un antiguo nazareno proveniente de la extinta corporación de la Antigua y Siete Dolores, y con una imagen de dolorosa donada por un hermano de la corporación, que no debió gustar demasiado porque en 1924 es cambiada por la actual obra de Manuel Galiano, que sigue los cánones de la dolorosa sevillana de influencias macarenas.

Poco antes de esto, en 1921, se reorganiza la hermandad trianera de la Encarnación; hoy conocida popularmente como San Benito, que poco pudo recuperar de la anterior etapa de su historia, salvo la maravillosa virgen de la Encarnación. Si bien hasta el año 1928 no regulariza sus salidas anualmente por problemas de organización, actualmente es una de las hermandades más populares de la ciudad.

Es en 1929 cuando estrena el emotivo misterio de la Presentación al Pueblo del prolífico Lastrucci. Una auténtica joya donde el espectador se convierte en parte de la magnífica escena inspirada en el Ecce Homo que pintara el italiano Antonio Ciseri a finales del siglo XIX.

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Es curioso como estas tres hermandades citadas poseen la firma en sus palios de otro de los grandes diseñadores de nuestra Semana Mayor, el gran Juan Manuel Rodríguez Ojeda, y cada Martes Santo podemos verlos desfilar uno detrás de otro. Hay que destacar el gran gusto del maestro, que empieza a fijar como modelo el de la Esperanza Macarena y la Amargura, con la característica que mejor define la Semana Santa actual en cuanto a bordados. Estos tres hermosos palios de figura con bellotas, son prácticamente el modelo de lo que hoy consideramos “palio sevillano”, en los que a los ricos bordados juanmanuelinos hay que sumarles el acabado en flequería de bellota, creando un efecto sonoro que a más de uno pone los vellitos de punta.

Antes de mencionar al resto de hermandades que aparecen en este Martes Santo que asienta sus bases en esta década, mencionaremos el trabajo de Ojeda en los palios del Subterráneo o de Madre de Dios de la Palma, que cronológicamente encajan en esta fecha, señalando como su última gran obra el imponente manto de tisú de la virgen de la Esperanza Macarena estrenado en 1930.

El Martes Santo de los años veinte se completa con otras dos hermandades más: Los Estudiantes, fundada en el año 1924 y que hace público el culto de la meritoria talla de un Crucificado de Juan de Mesa vinculada a la orden jesuita; y la hermandad de San Esteban que aparece en 1926 rescatando también al antiguo Señor de la Salud y Buen Viaje, incorporando a su vez a otra dolorosa de Manuel Galiano, con la advocación de los Desamparados y bendecida en 1927.

Recurriendo a las etiquetas, si se dice que el Jueves Santo es una jornada “clásica” y el Viernes Santo tiene un halo de “romanticismo”, el Martes Santo puede ir en paralelo a la consideración de un estilo llamado “regionalista”.

Para ir concluyendo, y pidiendo disculpas por si olvidamos algún insigne artista o personaje importante de estos años, recordar también que en la hermandad de la Esperanza de Triana empieza a fijarse el modelo de sus insignias, destacando en este caso, al diseñador José Recio, importante ceramista trianero, que por así decirlo, supuso lo que Ojeda fue en su hermandad homónima del barrio de la Macarena.

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Sones nuevos

En cuanto a música, en esta época se inicia una revolución en la concepción de la histórica marcha procesional, empezando a introducir nuevos instrumentos, y un ritmo más acompasado y alegre vinculado a lo que conocemos como repertorios de “vírgenes de barrio”. El gran músico de esta época es Don Manuel López Farfán al que le debemos piezas como Pasan los Campanilleros (1924), El Dulce Nombre, la Estrella Sublime o la Esperanza de Triana (1925). Este nuevo estilo fijaría un modelo que se ha utilizado en músicos posteriores como Gámez Laserna, Pedro Morales o Abel Moreno, aludiendo también a cierta influencia del carácter militar de todos estos compositores, vinculados a la histórica Soria 9.

El LUNES SANTO

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En el año 1923 surge una nueva jornada cofradiera con carácter oficial, el Lunes Santo. La estrenan dos hermandades señeras: Las Aguas y el Museo. Esta última, estrenando paso de palio para su titular mariana, que hasta el momento procesionaba a los pies del Crucificado expirante. También en este año en San Vicente se inicia un movimiento gestor para la revitalización de la cofradía de las Penas, fundada a finales del siglo XIX, y que terminaría asentándose en la jornada de la que hablamos de manera permanente. 

Y aún hay más

El Señor de la Sagrada Lanzada es tallado por Antonio Illanes en el año 1929, y también en este año, la Esperanza de Triana tiene la importante intervención de Antonio Castillo Lastrucci, que daría el sello a la imagen que hoy conocemos.

La justa reivindicación

Como podemos observar fueron estos años clave para el entendimiento de la Semana Santa tal cual la conocemos hoy día. A veces subrayamos los años del Nacionalcatolicismo o evocamos las gloriosas épocas barrocas, olvidando que la Semana Santa es algo vivo, que se transforma, que cambia y buena prueba de ello es la fecha que humildemente hemos analizado, con el objetivo de que el lector entienda que la historia no debe observarse por momentos puntuales, sino en un todo que siempre tiene algo que aportar.

Los “Felices años 20” fueron años muy productivos que dinamizaron dos jornadas claves, además de encumbrar célebres nombres que irán asociados a la historia de la Semana Santa para siempre y que esperamos hayan servido como pequeña síntesis para algunos lectores.

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