Que Sevilla es una ciudad dada a lo sobrenatural es algo de lo que habla hasta el mismo callejero. La calle Duende, con sus marineros muertos, o la calle Hombre de Piedra dan buena cuenta de ello en rincones donde historia y leyenda aguardan a aquellos que quieran conocer una ciudad diferente, secreta, prohibida.

Pablo Rodríguez. Las puertas de noviembre están abiertas. Esta brisa fresca anuncia que el frío está en camino, que es verdad lo que nos cuentan estas campanas que repican a muerte mientras caen las primeras hojas sobre la acera. Sevilla aparece distinta donde antes era cálida y sensual. Un murmullo helado la recorre al asomarse la muralla, quizás el duende Rascarrabias que regresa a la vida en su almena como contara el periodista Chaves Rey hace más de un siglo.

Los callejones conducen a un punto, que son varios y uno a la vez: convento de Santa Inés con el fantasma de Maese Pérez, organista mayor y espíritu cazado por Bécquer; Iglesia de la Trinidad, donde las cárceles romanas esconden bajo la cal un grito sin medida ni tiempo; calle San Luis, pequeñas formas que recorren en la noche los pasillos de una casa cuna que ya solo es recuerdo.

La ciudad es una balsa que rescata mil voces. Como el periodista Carlos Ros cuenta en su libro Fantasmas de la Catedral, las puedes oír también allí donde los santos reyes batallan, entre los naranjos del patio y los grandes brazos de piedra. Bajo las altas naves, los arcedianos cantan sus penas. Es un coro enorme que se eleva y se une en el solar del antiguo San Francisco, el Corral de los Olmos, el Alcázar.

En San Lorenzo, las paredes hablan. Es la dama que vuelve a la vida, Bronwyn sevillana que encuentra en Jose María de Mena a su propio Cirlot que la canta. En Mena están casi todas las historias: los fantasmas del Bellas Artes, el rey decapitado de San Nicolás, el cura de San Onofre.

Y tú, que recorres las calles como un viejo Adán añorante, adviertes que ya nada es lo mismo. Así que siéntate en la Plaza Nueva con un paquete de castañas asadas y disfruta de esa Sevilla de ultratumba, bella dama que canta la vida y la muerte cada primero de noviembre.

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