Ubicada en el barrio de Santa Genoveva-Tiro de Línea perteneciente al distrito Sur (41013), esta calle de tan solo 34 m de longitud discurre entre la de Miguel Servet, que ya vino hace un par de años a estos predios y donde empieza, y la de Serrano y Ortega donde acaba, siendo además paralela a la del navegante, geógrafo y cartógrafo Juan de la Cosa que estuvo por aquí va para dos meses. La de hoy fue rotulada en 1950, septuagésimo quinto (75.º) aniversario, en honor al polígrafo ingeniero, político, pintor e inventor de Figueras Narciso Monturiol Estarriol (1819-1885), constructor de los submarinos Ictíneo I (1858-59) e Ictíneo II (1864) y uno de los pioneros de la navegación sumergida mundial.

Inmersión submarina

Y es que desde finales del siglo XVIII este concepto de nave era ya bastante familiar en determinados ambientes, sirvan de ejemplos: la que en 1800 Napoleón Bonaparte encargó al polímata estadounidense Robert Fulton (1765-1815), Nautilus de nombre y primer submarino práctico de la historia, o el par ya citado de Ictíneo de Monturiol, seguidos, haciendo patria chica, del denominado Aparato-Buzo, submarino patentado en 1800 por el ingeniero e inventor logroñés Cosme García Sáenz (1818-1874). Aproximadamente una década después sabíamos de un segundo submarino Nautilus aunque éste de ficción e ideado por el escritor francés Julio Verne (1828-1905), también “ciensevillaneado” y por partida doble, y que aparece en dos de sus novelas, a saber, Veinte mil leguas de viaje submarino (1871) y La isla misteriosa (1875).

Después vendría el Submarino Peral de 1888, considerado como el primer submarino torpedero a propulsión eléctrica y plenamente funcional, obra del cartagenero Isaac Peral y Caballero (1851-1895) que cuentan con sendos reconocimientos en esta sección. No debo acabar esta particular inmersión sin poner negro sobre blanco la existencia de El Sanjurjo, ingenio submarino diseñado para plantar minas marítimas y construido en 1898 por el inventor sadense Antonio Sanjurjo Badía (1837-1919). Fin de la inmersión.

Monturiol. Estudios, primeras dificultades y exilio

Desde joven el figuerense resultó ser una persona muy inquieta y dispersa, verá, cuando su familia pensaba que seguiría la carrera eclesiástica, él ya había decidido cursar medicina, si bien pronto la cambió por derecho en Barcelona, carrera que inició en 1838 y de la que, por cierto, se ignora si la acabó y llegó a ejercer, pues no está nada claro desde el punto de vista documental. Lo dicho. Pero es que por aquellos entonces sus inquietudes iban ya por otro lado, el de la política, llegando a formar parte del movimiento icariano, una utopía basada en principios comunistas, y a lo que hay que añadir su interés también por cierto tipo de socialismo utópico. Y a más a más, en 1842, en plenos estudios se supone, trabajaba también de tipógrafo y periodista republicano, se había alistado en la Milicia Nacional y participado en diversos enfrentamientos armados que le llevarían a ser juzgado en diversas ocasiones a lo largo de su vida e, incluso, al exilio. Por rematar esta etapa, en 1847, fundó una imprenta divulgando los ideales icarianos a través de una revista, La Fraternidad (1847-1848), quizás la primera publicación periódica comunista española, y justo tras la proclamación de la Segunda República Francesa, 1848, fue denunciado por unos de sus artículos, lo que trajo consigo el cierre de periódico y su exilio a Francia.

Inicios científico-técnicos

Al año siguiente, sin embargo, acogiéndose a una amnistía, pudo regresar a Barcelona y vuelta a las andadas, ya se lo imagina: funda una nueva revista, El Padre de Familia, con el lema “instruíos, moralizaos” y destinada a elevar el nivel cultural de las clases desfavorecidas; es multado con quinientos (500) reales que no pudo pagar; y en 1850 se le impuso una pena de cuatro (4) años de prisión que al final no cumplió.

Son unos tiempos en los que Monturiol combinaba esta acción periodística y política con un gran interés por la ciencia y la técnica en forma de inventor y cierta inclinación, ésta obligada, por la pintura. Como inventor realizó algunas aportaciones técnicas y así, en 1850, patenta una máquina de imprimir cartapacios y en 1853 una máquina para hacer cigarrillos; una actividad inventora que cesó en 1855, tras la huelga general de ese año, al tener que huir y refugiarse en Cadaqués dónde, al parecer, sobrevivió pintando retratos.

Cadaqués, buzos y coral

Es en esta población marinera donde se apercibe, observando a los buzos dedicados a la recolección de coral, tanto de los grandes beneficios que había en su extracción, como de los enormes riesgos que conllevaban sus inmersiones, y es entonces cuando vuelve el inventor al meditar sobre la posibilidad científica de poder navegar bajo el mar. Un proyecto de sistema de navegación submarina que no sólo sustituyera el trabajo de los pescadores, sino que posibilitara la exploración e, incluso, tuviera posibles usos militares. Pensado y hecho. (Continuará)