Formada a finales de los años sesenta del pasado siglo XX y ubicada entre la calle Páez de Rivera y avenida de la Palmera, allá en el sector sur (41012) sevillano, sus doscientos diez metros (210 m) de longitud de curvo trazado se rotularon en 1971 en recuerdo del marino, militar y científico cartagenero, Isaac Peral y Caballero (1851-1895), constructor del primer submarino de propulsión eléctrica plenamente funcional, el submarino Peral. Se hizo a propuesta del doctor Jaime Rodríguez Sacristán (1934), que acababa de construir en dicha calle su centro para niños especiales, quien argumentó para dicha denominación su cercanía a las instalaciones portuarias, lo que está bien traído. Como es probable recuerde, durante la Expo 92, el prototipo del submarino estuvo expuesto en la entrada del pabellón de Murcia, en cuya planta baja se albergó el autogiro del también murciano Juan de la Cierva (1895-1936), que por cierto tiene reconocimiento callejero en la ciudad, por lo que no tardará en aparecer por esta tribuna. 

Juventud y navegación marina

Nacido en una familia militar, con apenas la edad mínima reglamentaria el joven Isaac ingresó, en 1865, en el Colegio Naval y un año después era nombrado Guardia Marina y emprendía su primera singladura, a Filipinas. Durante su juventud realizó numerosos viajes alrededor del mundo, lo hizo a bordo de diferentes embarcaciones, y visitó diferentes países, ascendiendo a alférez (1872) y teniente de navío (1880). Participó en numerosos combates, ganó distintas condecoraciones, se casó, tuvo nueve hijos y ocupó distintos destinos y cargos (Observatorio Astronómico de San Fernando, la Comisión Hidrográfica o la nueva Escuela de la Armada). Fue al año siguiente del ascenso a teniente cuando vuelve a zarpar destino al Pacífico y es, de nuevo, en Filipinas (1881) donde un, en principio, insignificante percance daba inicio a la singladura de sus desgracias. Al parecer, y por accidente, un barbero le cortó una verruga que tenía en la sien izquierda, produciéndole una herida a la que no dio importancia, lo que terminaría siendo un grave error de apreciación para su salud.

Enfermedad, docencia y navegación submarina, 1882

Como la herida no se terminaba de curar, se veía obligado a llevar constantemente una venda que la cubriera, y a causa de las continuas infecciones que sufría se le ordeno regresar a España. La herida acabaría degenerando en tumor, siendo a la larga el origen del cáncer que le terminaría produciendo la muerte catorce años después. Destinado como profesor en la Escuela Naval de Ampliación de Estudios de la Armada en San Fernando (Cádiz), a partir de 1882 imparte la docencia en diferentes disciplinas (matemáticas, física y química) y comienza a interesarse por la navegación submarina. Un campo en el que ya trabajaban otros ingenieros e inventores como el polifacético figuerense Narciso Monturiol (1819-1885), también con callejero reconocimiento en nuestra ciudad por lo que tomo nota en mi moleskine para una próxima entrega. Pero en su caso, Peral, dada la especialidad de electricidad que eligió cuando hizo sus estudios superiores en 1877, por entonces una materia muy poco conocida, encaminó sus investigaciones hacia el uso de la energía eléctrica para la propulsión en inmersión. Un camino completamente novedoso que le permitió presentar en 1885 al Ministerio de Marina, su proyecto de construcción de un submarino alimentado por baterías eléctricas.

El submarino Peral. Proyecto, 1885

Por supuesto que el suyo no fue el primero de la historia, el cartagenero no inventó el submarino como tal, pero sí quien desarrolló el primero propulsado por energía eléctrica en inmersión, haciendo viable la navegación submarina y superando las limitaciones de diseños anteriores, y con capacidad para disparar torpedos sin necesidad de salir a la superficie, lo que en teoría lo convertía en el más potente del momento y en un arma ofensiva, casi, invencible. El primer submarino torpedero eléctrico de la historia, ese sí es el del cartagenero. Cuya construcción el ministro de la Marina apoyó y aceleró, dada la inminencia de la guerra con Alemania en ese mismo año de 1885, por la invasión de las Islas Carolinas en el Pacífico, y razón por la que dicho proyecto no se hizo público por miedo a que fuera robado por espías de otros países. Con un presupuesto inicial de cinco mil pesetas (5000 ptas), el mismo Peral se encargó de viajar al extranjero para comprar los materiales necesarios para su fabricación y que no encontraba en España: aparatos ópticos en París, accesorios y torpedos en Berlín, acumuladores en Bruselas y aceros, motores eléctricos, hélices y tubos lanzatorpedos en Londres. Unos desplazamientos y compras por el viejo continente que, a pesar de que el proyecto estaba clasificado como de alto secreto militar, despertaron las sospechas de otros países que lo terminaron por descubrir; lo que unido a la inestimable ayuda de la exasperante burocracia española lograron retrasar el proyecto hasta en cuatro ocasiones e, incluso, boicotearlo.

El submarino Peral. Construcción y botadura, 1888

En la primavera de 1887 la Reina María Cristina firmaba el Decreto por el que se aprobaba la construcción de “un buque destinado a la navegación submarina” y, a comienzos de otoño, ya se iniciaba su construcción en el arsenal de La Carraca (Cádiz) que concluía poco menos de un año después. El 8 de septiembre de 1888 era botado un prototipo del submarino eléctrico y torpedero Peral, del que en poco más de dos meses celebraremos su centésimo trigésimo quinto (135.º) aniversario. (Continuará)

Catedrático de Física y Química jubilado. Autor del blog 'Enroque de Ciencia' (carlosroquesanchez@gmail.com)