Retirado de la vida militar, superada la campaña pública de desprestigio y sin nunca dejar de interesarse en el desarrollo del submarino, ya como civil Peral se dedicó a lo que siempre le había gustado, el manejo de la energía eléctrica. Una época en la que se estableció por su cuenta como fabricante de material eléctrico, patentó varios inventos prácticos relacionados con el alumbrado público, fundó junto al Marqués de Salinas la Compañía Termoeléctrica de Manzanares y montó las veintidós primeras centrales de alumbrado de España. Todo parecía marchar bien, pero ya le avisé de su infortunio. El 4 de mayo de 1895 Peral se trasladó a Berlín para ser operado de un cáncer de piel y en la operación, de nuevo, la tragedia se cebó en él: una negligencia en las curas le hacen contraer una meningitis que acabó con su vida el 22 de mayo de 1895. Desde 1911 sus restos descansan en el cementerio de Los Remedios de Cartagena, su ciudad natal.

‘¡Que inventen ellos!’

Mientras que el bilbaíno Miguel de Unamuno, de la Generación del 98, mascullaba la desafortunada frase, una de las generaciones más brillantes de científicos españoles se enfrentaba a la pesadilla de innovar e investigar en un país en el que el desinterés político de las élites gobernantes por las ciencias y las tecnologías eran el pan nuestro de cada día. Una generación de pioneros entre finales del siglo XIX y principios del XX que hoy están casi olvidada, estoy pensando en Torres Quevedo, Juan de la Cierva, Isaac Peral, García Oltra, etcétera. Y una desidia política que bien ejemplifica la respuesta dada al cartagenero: “Tal vez con dos o tres de esos aparatos la flota que estaría hoy en el fondo del mar de Santiago de Cuba sería la estadounidense”.

Una desidia motivada, para unos, por algunos gobernantes sin altura de miras económicas y militares y, para otros, por oscuros y aún desconocidos intereses en los que podrían estar implicados el espionaje británico y el estadounidense. En cualquier caso, impidieron a Peral mejorar su prototipo, le acusaron de malversación de fondos y le denegaron el permiso de construcción para la Armada. Como sabemos la flota española fue derrotada en Cuba en 1898, el país se desmoronaba tras el desastre y, años después, las grandes potencias luchaban por hacerse con submarinos para sus flotas. Nunca se llegó a crear una flota de submarinos como se pretendió en principio, una con la que quizás, la guerra entre España y Estados Unidos hubiera podido dar un giro, pudiéndose salvar muchas vidas y barcos, o por qué no, evitar la pérdida de las colonias de ultramar, Cuba y Filipinas. Mas no fue así. ¡Que inventen ellos!

El submarino Peral. Destinos finales (1892, 1914, 1965)

Desprovisto en 1892 de buena parte de sus equipos como los motores o los lanzatorpedos, y a pesar de que por Real Orden se tenía que desguazar, lo cierto es que jamás se llegó a ejecutar la sentencia y el submarino permaneció en el Arsenal de la Carraca, prácticamente solo el casco, hasta 1914 cuando es trasladado a la Base de Submarinos de Cartagena donde se recupera parte de su inicial imagen. Allí permanece hasta que en 1965 el Ayuntamiento de Cartagena se hace cargo de él para convertirlo en un monumento público, expuesto a la vista de todos y ubicado en estos últimos años, por diferentes motivos, en distintos lugares de la ciudad. De donde salió por primera vez en 1992, para ser instalado en el pabellón de la comunidad murciana formando parte de la Exposición Universal de Sevilla 1992, más conocida popularmente como Expo ’92 o, sencillamente, la Expo por los sevillanos.

Pabellón de Murcia y la Expo ’92

Ya se lo adelantaba en la primera entrega sobre el cartagenero y su principal invento, su prototipo sumergible estuvo expuesto en la entrada del Pabellón de Murcia, situado en el Lago de España, que, siguiendo el lema de la Exposición (La Era de los Descubrimientos) en su planta baja albergó también el autogiro del polifacético murciano Juan de la Cierva (1895-1936). Por cierto, considerado como un precursor del helicóptero, el autogiro conseguía realizar su primer vuelo el 9 de enero de 1923, estamos pues de centenario. Dos inventos al que añadir la cúpula geodésica del arquitecto calasparreño Emilio Pérez Piñero (1935-1972). Como puede ver una terna extraordinaria de hijos de la región de Murcia, relevantes en el campo de la ciencia y la tecnología, que se completó con una muestra de diferentes aspectos de la cultura religiosa y festiva de Murcia, entre las que destacó el extraordinario paso de La Santa Cena del imaginero y escultor barroco murciano Francisco Salzillo (1707-1783).

Adenda

Poco más que añadir de un invento que el mismo José Echegaray (1832-1916), polifacético madrileño y Premio Nobel de Literatura en 1904, nuestro primer laureado, definió como el invento más completo y complejo de los realizados por el hombre hasta esa fecha. Y no era Don José, precisamente, un mindundi pues fue también ingeniero, docente, matemático, divulgador científico, político y escritor que destacó en todas las áreas en las que se involucró. Volviendo a Peral, considerado como el auténtico pionero de la navegación subacuática, para hacernos una idea del alcance real de sus logros basta con compararlo con otro invento casi contemporáneo, el automóvil. Mientras los primeros motores, de Daimler (1886) y Benz (1889), apenas desarrollaban una potencia de poco más de 1,5 CV, los del submarino desarrollaban 60 CV. Peral, un inventor genial y, también, un hombre perseguido por la fatalidad.

Catedrático de Física y Química jubilado. Autor del blog 'Enroque de Ciencia' (carlosroquesanchez@gmail.com)