Y Monardes luchó contra esa ignorancia desde diferentes frentes: como médico, como investigador, como farmacólogo, como divulgador o como escritor. 

Extraordinaria actividad científica. Luces

A su considerable y ya comentada labor médica hemos de añadir su relevante contribución a la farmacognosia moderna, así como el hito científico que supusieron sus descripciones, estudios minuciosos e investigaciones médicas, de numerosas especies vegetales originarias de América. Como naturalista describió las plantas americanas con un balance decepcionante en lo que respecta a su transcendencia salutífera, en realidad, a la farmacia actual, el continente americano sólo ha aportado cinco plantas realmente trascendentales: la quina (quinina y quinidina), la coca (cocaína), la ipecacuana (emetina), el jaborandi (pilocarpina) y el curare (D-tubocurarina); de ellas, sin duda alguna quinina, emetina y pilocarpina constituyen lo mejor de la aportación americana.

Además, entre otros medicamentos que tras algunas dificultades pudieron integrarse en el galenismo, se encuentran la cáscara sagrada, el áloe, el ruibarbo, la jalapa y el podofilo; y como antimicrobianos de uso externo en heridas e infecciones de la piel utilizó dos bálsamos de origen americano, el de Perú y el de Tolú.

Extraordinaria actividad científica. Luces y sombras

Nicolás Monardes, sin necesidad de abandonar Sevilla, realizó la más completa descripción de las plantas americanas gracias a que disponía de ellas de manera fácil y abundante en el puerto de la ciudad, estamos ante uno de los médicos renacentistas más relevantes, ya le he escrito de este aspecto de su actividad profesional. No sólo se atrevió a criticar los arcaicos métodos del tratamiento médico, sino que, inicialmente, se muestra crítico con el uso de las plantas exóticas americanas en la medicina. Y dicha decisión la basa en un razonamiento científico pues cuestiona que las plantas conserven sus salutíferas propiedades originales, tras tan largo viaje y en condiciones adversas a ellas, lo que no está mal pensado. En otro orden de aportaciones de interés tendríamos: los alucinógenos (peyote, LSD), las solanáceas (psicoestimulantes), el cacao y el mate (teobromina, cafeína) y el tabaco (nicotina), que inicialmente se utilizó como medicamento, cuando fumar no se consideraba un hábito pernicioso. Naturalmente muchas de estas sustancias como cocaína, nicotina, curare, psicoestimulantes procedentes de las solanáceas no encajan con la concepción actual de medicamento, cuando no están expresamente prohibidas como el LSD.

Extraordinaria actividad científica. Sombras

Pero hete aquí que esa hipótesis acerca del no uso de las plantas de ultramar, por su deterioro biológico, en la cura de diversas enfermedades, Monardes, pasado un tiempo, la cambia por otra que es todo lo contrario, un cambio drástico que a muchos le pareció se asemejaba demasiado a la fe del converso, ya me entiende, “donde dije digo ahora digo Diego”. Un cambio que fue interpretado de diferente manera. Unos, los llamaremos “bien pensantes”, creyeron que el cambio de actitud fue motivado por los descubrimientos científicos que se estaban produciendo en la época y que mostraban el salutífero efecto sobre las personas de algunas de esas plantas. Para ellos la razón era científica. Sin embargo, otros, los “mal pensantes”, estaban en el otro extremo y para ellos no era esa la razón del cambio de postura sino, los pingües beneficios que le reportaban la importación y posterior venta de esas plantas americanas independientemente de si curaban o no. O sea que era sólo negocio y, por tanto, tenía fundamento la leyenda negra que se cierne sobre el médico y botánico sevillano.

La industria farmacéutica. Hoy como ayer

No debemos obviar que en esos tiempos ejercía en Sevilla la poderosa familia Fugger o Fúcares, uno de los mayores grupos de empresarios y financieros alemanes de los siglos XV y XVI; un clan familiar precursor del capitalismo moderno, junto con los Médicis y los Welser, que en el campo de la farmacología tenían el monopolio europeo y americano de la planta guayaco, y ya realizaban prácticas comerciales que le sonaran. Por ejemplo, pagaban a científicos reputados de la época para que elogiaran algunos productos con los que ellos comerciaban, y Monardes fue uno de ellos, llegando a cobrar una cuantiosa cantidad por hacerlo del guayaco y la zarzaparrilla. Un pingüe negocio desde entonces, este tipo de “colaboración”, que enriqueció a nuestro médico quien no dudó en aumentar su ya inmensa fortuna, vendiendo su prestigio como médico y botánico al mejor postor. Lo hizo escribiendo por encargo y a favor, lo que hoy sería un publirreportaje, del uso de ciertas plantas para la curación de algunas enfermedades. Monardes es un buen ejemplo de cómo los factores comerciales pueden influir en el mundo médico y sanitario, a través de su papel en la producción y desarrollo de remedios de sanación. De aquellos polvos del XVI estos lodos del XX y XXI.

Catedrático de Física y Química jubilado. Autor del blog 'Enroque de Ciencia' (carlosroquesanchez@gmail.com)