A muchos trae por la calle de la amargura tener que rellenar papel tras papel para certificar el fallecimiento de un familiar. Son los trámites, nos recuerdan desde las administraciones. Pero qué trámites más caros, porque hay que perseguir el certificado médico de defunción y la inscripción del fallecimiento en el Registro Civil. Una gestión que, además, hay que hacer de forma urgente, es decir, en las 24 horas posteriores al óbito. Una espiral burocrática que llega en un momento siempre inesperado, y que lleva a muchos a derivar estos trámites a la empresa funeraria contratada. Que no lo hará en un acto de fe, sino que cobrará al usuario por este servicio un sobrecoste que puede llegar a los 300 euros.

Sólo después se podrá solicitar la preceptiva licencia de enterramiento o incineración que expide el Ayuntamiento. De hecho, si es necesario un traslado de cadáver a otra localidad, nos será imprescindible un permiso específico. Y, para ello, añádanle ceros a la cifra impresa en el talón.

Pero no guarden el bolígrafo, porque hay más. Y es que, una vez obtenidos todos los permisos, la familia debe tomar la decisión que va a suponer un mayor desembolso. Se trata de la adquisición del féretro, cuyo coste ronda los 1.200 euros. Naturalmente -como la muerte- puede oscilar dependiendo del tipo de materiales, el acabado y la apariencia que se desee. Así, el más económico, el ataúd de beneficencia, se puede encontrar por 480 euros, mientras que los hay con acabados e insignias de todo tipo que llegan a superar la cifra de los 6.000 euros.

La crisis aumenta las incineraciones

Hay que recordar que, para quienes no puedan permitirse esta “mortuoria” posibilidad, existen ataúdes específicos para la incineración, mucho más económicos y de menor calidad, sin olvidar que hay que añadir el coste de la urna para las cenizas, unos 30 euros, además de la cantidad que cuesta la incineración, entre 350 y 500 euros. Y es que, una vez más, los bolsillos de quienes opten por la incineración se resentirán menos, bastante menos.

No hay duda de que, después de todo lo pagado, el lugar en el cielo parece estar casi garantizado. Pero eso, si de hablar de nuestras almas se trata, porque el cuerpo, o lo que queda de él, habrá que resguardarlo en algún lugar. Para ello, muchos cementerios ofrecen nichos o columbarios en que depositar la urna. A este gasto se suma el del trabajo de inhumación y colocación de la lápida. Por ello, la cifra rara vez bajará de los 500 euros.

Así las cosas, y si hacemos un primer cálculo, el coste mínimo de un entierro superará fácilmente los 2.000 euros, siempre y cuando no recurramos a una lápida más ostentosa o a la construcción de un panteón. Eso sí, en la cifra se incluye, además, el alquiler del coche fúnebre para el traslado de los restos al cementerio. Un viaje sin regreso que nos costará entre 60 y 130 euros.

Sí que es cierto que los familiares pueden, llegados a este punto, disponer de las cenizas de los suyos de forma más o menos ortodoxa. Y es que, con la cremación, podemos ahorrarnos tanto el alquiler como la concesión del nicho. Tan sólo, y por un añadido de más de 300 euros, se puede cumplir la última voluntad del fallecido de ver –sentir sería el término más preciso- esparcir sus cenizas en ese rincón soñado.

Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla, empezó en la comunicación local y actualmente trabaja para laSexta. Máster en Gestión Estratégica e Innovación en Comunicación, es miembro...