Jóvenes en un balcón, de Atín Aya

El hombre tiene por principal enfermedad darse por sabido sin haber querido saber. Como el Juan Ranz de aquella novela de Marías. Duros, miserables, nobles, ignorantes, frente al espejo, sembrando, recogiendo, soplando la niebla que se lleva la vida por delante, y siempre sabiendo sin haber querido saber; sin haber querido mirar de frente a la muerte o a la evidencia -acaso lo mismo, valgan todas redundancias-.

Uno supo, sin haber querido saber, que las plantas de aquella Antígona de mármol y cemento pedían siempre una prueba de filiación, de lealtad, de buena costumbre. Como un salvoconducto hacia no se sabe dónde, como el viaje a ninguna parte. Qué cosa, la una matando siempre a sus poetas, la otra enterrándolos. Debe existir algo parecido a la conciencia de una ciudad. Algo inteligible, algo con lo que jugar a ser flexible. Como esa frase de Gala en la que se reía elegantemente de chovinismo que acaba por matar.

La conciencia de las ciudades debería acribillar otras conciencias, con miradas amargas, con sonrisas valientes. Como el abrir y el pestañeo de una mañana clara entre sábanas a la espalda del parque. Juan Eslava Galán escribió algo así como que en una historia de espionaje, todos los personajes son agentes de una misma mentira; en estas calles, todos somos agentes de la misma locura. Si pregunto qué tal se vive llegando constantemente al XIX, Izquierdo, desde su medallón olvidado en aquél salón desde el que tiraba su conocimiento a la calle, podría responder que maravillosamente mal. José  María, el humanista. El que se hizo hombre porque su nombre colgó de los labios de una mujer. El olvidado. El de la columna firme perdida entre ramas de su parque. Dios en la ciudad y olvidado en ella. Qué grande viene el nombre a la señorita rostro encalado cuando olvida a quien le abría los ojos a la realidad.

Realidad y deseo. Y tres pilares revolucionarios. Como esas revoluciones que revisaba Foxá, «Libertad, igualdad y fraternidad. De joven opté por el ideal de falange de patria, pan y justicia. Ahora prefiero otra trilogía: café, copa y puro». Y así, un dandy, falangista de uniforme planchado de primera hora, pregunta a gritos a la My lady de acento andaluz cuál es la trilogía sobre la que se asienta el proceder de la ciudad: Mañana, mañana y mañana, responde ella. Como ese acto de Macbeth, como si la ciudad creyera que los ayeres fueron payasos que facilitan el paso a la polvorienta muerte.

De niño, de joven, y la madurez que atardece, uno no puede rechazar el refugio de Circo, Iris y esas calles que murmuran silencios lentos que dan y quitan. Como el silencio de la dama que a todas horas pedía el carné de identidad a John Fulton, el Fulton al que apodaban en los carteles el Yankee. Que antes que nada hay que recordar que quien viene no puede quererte como te quiere el que en ti nace, que hay que graparle en la vida que de aquí no es, por muy torero y pintor que sea. Y no quise verlo, no quiso uno saber que la vida aquí se escapa y pinta los callejones de la memoria, mientras los atardeceres no quieren irse.

Cuán difícil se dibujan y se antojan las fronteras de las identidades de una ciudad. Como si solo unos pocos bravucones decidieran qué o qué no es la ciudad a de avanzar. Y así se está, dormida en el arrepentimiento de poder haber llegado al XXI pero felizmente resignados de estar en el XIX. Felices y resignados solo pueden vivir unos pocos. Por ejemplo, aquellos a quienes Atin Aya fotografió, ese Penitente que desafía en una tarde de martes o esa extraña belleza que aterra, la de las marismas, la de la argonida. La que deja sin palabras.

Un día uno partirá. Sin saber dónde. Quedará sin palabras por todo lo que le dio la ciudad. Se la llevará, monta en mi sidecar -pero dicho sidecar, no saidcar. Que todo es voluble, hasta el idioma ajeno- y ya la ciudad no tendrá que pedirle el carné de identidades. Porque amanece y se van, porque el amor y el arte viven en esa confluencia de Belmonte: la ausencia de voluntad.

Nacido en 1989 en Sevilla. Licenciado en Derecho por la Universidad de Sevilla y Máster en Tributación y Asesoría Fiscal por la Universidad Loyola Andalucía. Forma parte de 'Andaluces, Regeneraos',...