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Empieza el nuevo año, y con él el informe anual de OXFAM “Una economía para una minoría”. Como suele ocurrir con toda institución empeñada en contarnos la situación del mundo, en decirnos cuál es la realidad y qué consecuencias está teniendo llevar el tipo de vida que llevamos, no se le suele hacer ni puto caso (con perdón).

El informe nos desvela que la desigualdad extrema en el mundo está alcanzando cotas insoportables. Eso ya, de inicio, hace que volvamos la cara a la noticia que nos lo cuenta, tal y como la volvemos cuando vemos un mendigo en la calle, y vayamos a buscar algo mucho más interesante en el periódico. No sé, unas rastas en el Congreso, por ejemplo. Pero algunos continúan leyendo, y entonces encuentran que el 1% de la población mundial posee más riqueza que el 99% restante de las personas del planeta. Qué exageración, pensará mucha gente, o eso ya lo dijeron el año pasado, vaya tela, ¿qué pasa, que todos los ricos son malos?

Avanzas y encuentras que el poder y los privilegios se están utilizando para manipular el sistema económico y así ampliar la brecha, dejando sin esperanza a cientos de millones de personas pobres. Vaya, pero no podemos hacer nada, pensaremos. Y nos iremos de nuevo al Congreso a crucificar a una madre que lleva a su hijo al trabajo. A eso le dedicaremos tiempo y reflexiones profundas e indignadas. Pero quizás volvamos al informe, y veamos que el entramado mundial de paraísos fiscales permite que una minoría privilegiada oculte en ellos 7,6 billones de dólares.

Y entonces llega la artillería:

En 2015, sólo 62 personas (que por hacerme una idea, supone menos gente que la que vino a la presentación de mi propio libro) poseían la misma riqueza que 3.600 millones (la mitad más pobre de la humanidad).

La riqueza de esas 62 personas se ha incrementado en los últimos cinco años en 542.000 millones, hasta alcanzar los 1,76 billones, mientras que la riqueza en manos de la mitad más pobre de la población se redujo en más de un billón de dólares en el mismo periodo. Qué extraordinaria casualidad.

Desde el año 2000, la mitad más pobre del mundo sólo ha recibido el 1% del incremento total de la riqueza, mientras que el 50% ha ido a parar a los bolsillos del 1% más rico. Otra casualidad, hay que ver qué caprichosa es la estadística.

Al comparar los datos que publica el informe y echar un simple vistazo a las noticias y conversaciones de actualidad que suelen ocupar nuestro tiempo, encuentro por fin una de las respuestas de lo que nos hace humanos: la indiferencia. La dedicación de tiempo, palabras e ideas a intentar solucionar cuestiones de forma, sin trascendencia alguna, que podamos asimilar, y la completa indiferencia a realidades de fondo que podrían poner en entredicho nuestra propia civilización. Es mejor pensar que las desigualdades del mundo vienen como caídas del cielo, y que ni nosotros, ni las ideas que defendemos, tienen nada que ver con ello.

Los problemas de fondo generan indiferencia; los problemas de forma, generan indignación. El ser humano, sin duda, es eso que ya estarás pensando.

Biólogo de formación con filósofa deformación, escritor, autor de la novela 'La soledad del escribido' y del blog 'Mi Mundo Descalzo', ha sido infectado por dos moscas ciertamente peligrosas: una,...