Pasear por Sevilla puede aumentar tus remordimientos. No hay calle que no tenga un cartel anunciando ofertas de gimnasios ni radio que no emita una y otra vez cuñas presentando nuevos establecimientos deportivos.

Se ha abierto la veda para captar socios. Las campañas son cada vez más agresivas y los precios se están tirando por los suelos con la irrupción en nuestro mercado local de los gimnasios low-cost. Te tientan con la reforma de sus instalaciones, las promociones anuales y la incorporación de nuevas actividades a sus horarios.

Ciertamente, se hace un tema recurrente en la oficina tras la vuelta de vacaciones. La tan temida vuelta al cole para otros se traduce en la, a veces traumática, vuelta al cardio o a la musculación.

Todo vale para que te quedes, o más bien, para que vengas. Incluso puedes ver circular autobuses descapotables con performance incluidas. Como diría Mauricio Colmenero: “¿Pero esto qué es?”. Es la guerra por el sudor ajeno.

Sanotes, tronistas y vigoréxicos aparte, la mayoría empezaremos obligándonos a ir al gimnasio al menos los días laborables durante unas pocas semanas, para después bajar la frecuencia cada vez más hasta pasar a ser algo anecdótico eso de pagar tu cuota mensual. Como si se tratara de una Taxa Camarae que te redimiera de tus pecados de gula o pereza.

En cualquier caso, lo de hacer deporte y llevar una vida saludable no es cosa de risa. Cada vez tenemos vidas más sedentarias e incluso aumenta el número de andaluces con exceso de peso, llegando hasta un alarmante 33% en el caso de los menores.

No se trata solo del físico, sino de la salud, así que algo tendremos que hacer, nos pleguemos a la oferta que nos pleguemos.

Si finalmente ninguna opción nos lograra convencer, siempre nos queda la tan barata y saludable opción de salir a correr o ir en bici. Además, así hacemos turismo, que Sevilla en otoño está preciosa.

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