¿Le habéis dado ya el pésame a la familia de Adolfo Suárez? ¿Cuál es vuestra valoración sobre su papel en la transición? ¿Habéis aprovechado todo esto para opinar sobre el 23F?

¿Habéis decidido por fin quiénes son los buenos en Ucrania? ¿Habéis hecho saber vuestra sorpresa por lo de Crimea? ¿Quién es peor? ¿Estados Unidos, la Unión Europea o Rusia?

¿Y sobre la independencia de Cataluña? ¿Cómo van vuestras lecciones sobre la Guerra de Sucesión española? ¿Os habéis decantado ya por vuestro nacionalismo favorito y habéis desmontado las incongruencias del otro?

¿Cómo lleváis vuestro juicio paralelo alos de los ERE y la Gürtel? ¿Habéis publicado ya vuestras sentencias? ¿Cuál es vuestra opinión sobre los jueces españoles? ¿Os gusta la jueza Alaya opreferís criticarla? ¿Y qué pensáis de Garzón? ¿Y de Silva?

¿Cómo va vuestra depuración de la corrupta clase política española? ¿Y vuestra comparación dela sociedad española con la alemana o la estadounidense? ¿Tenemos lo que nos merecemos? Seguro que alguna vez habéis hecho el chiste de “Goooooooooooooooolpe a la Educación” en medio de un partido de fútbol. Y sobre todo seguro que, a lo largo de vuestra trayectoria tuitera, habéis comparado a alguien con Hitler.

Qué difícil es esto de Twitter que nos obliga a vivir internet como si fuéramos tertulianos de un programa de debates y gritos. Cada vez lo tengo más claro: no sirve para nada. Esta red social no es más que un gran entretenimiento y quien quiera ver en este producto de San Francisco un arma revolucionaria se equivoca mucho. Por no servir, no sirve ni para generar una conciencia y un compromiso social que tenga una repercusión en la calle, lejos de nuestra pantalla. De hecho, en todo caso funciona al revés: lo que pasa en la calle adquiere repercusión en nuestras pantallas.

Todo esto parte de algo muy sencillo: lejos de proporcionarnos un conocimiento real y práctico, nos envuelve de una opinión superficial cuya única utilidad es entretenernos condiscusiones de 140 caracteres. Con Twitter ya sólo vale el mensaje corto, el que procede de un refrito monumental de titulares y retuits que nos impide localizar la fuente que ha generado el mensaje que asumimos como propio y retransmitimos; y, si no sabemos de dónde viene lo que pensamos, ¿cómo vamos a saber a dónde queremos ir con lo que decimos?

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De madre sevillana y padre granadino, nació en Almería en 1991. En 2015 se tuvo que marchar a la Universidad de Groninga para poder estudiar la Sevilla moderna de verdad (la del siglo XVI). Es, además,...