A pesar de tener Messenger, y blog, al principio me mostraba muy reacia a formar parte de una de estas redes sociales tan de moda. Tampoco me explico por qué, aunque cierto es que aún teniendo mucha relación con las nuevas tecnologías, sobre todo si implican comunicación, es una relación de amor-odio la nuestra.
Dicho lo cual, cierto es que a veces se va un poco de madre, muchos hacen monográficos de su vida, o viven pendientes de las que muestran los demás. Ya lo comenté alguna vez, las cosas no son buenas o malas, es el uso que se hace de ellas; y si bien yo sólo enseño de mi vida lo que quiero, el resto está en el mismo derecho y libertad de hacer con su espacio virtual lo que quiera.
Hasta ahí estaba todo claro, pero hace un par de días, me vi sorprendida por una situación que no se me había presentado antes. Recibí, en forma de evento, la comunicación del fallecimiento de un conocido. Yo, que no suelo tener muchos reparos en cuanto a temas fúnebres se refiere, porque la muerte me parece tan natural como la propia vida, me quedé algo extrañada por esta integración de la red social en algo tan delicado.
No digo que esté mal, tampoco sé si me parece del todo bien, sólo es que me causó extrañeza. Quizás, en cierto modo, soy mayor, lo cual implica cierto conservadurismo, y no acabo de asumir tanto modernismo y progreso en mi vida. Pero lo he dicho antes, con buen uso las redes sociales no son malas, a lo mejor, es una simple cuestión de acostumbrarse.