Que el título no lleve a engaño, no voy a hablar del archifamoso libro. He llamado así a esta columna por no ponerle: “En Sevilla cogérsela con papel de fumar debería ser disciplina olímpica”. Pero era muy falocrático y por otro lado, complicado a efectos de maquetación. Eso sí, que conste que la idea subyacente de la entrega de hoy es esa.

En esta ciudad no sólo la tierna infancia juega a los pasitos. Nuestras queridas hermandades y cofradías consiguen banalizar lo más sacro. No hablo sólo de salidas procesionales, también me refiero a cuando nos hacen burdas campañas de marketing usando la conveniente excusa de la Caridad, del postureo, de la inmoralidad oculta bajo el barniz de las buenas maneras y la decencia que es de quita y pon.

Esta radiografía no es nueva, más de lo mismo, lo de siempre. Pero esta semana hemos tenido uno de esos exponentes que a algunos les suben la bilis y a mí me cabrean por presenciar el espectáculo hipócrita que implican.

Uma Thurman en ‘El Garlochí’ hizo algo tan típico ya como beberse una Sangre de Cristo; dejó que Miguel, el dueño, la disfrazara de Virgen y de esa guisa, los flashes se dispararon.

Como la Iglesia tiene Doctores, e incluso unas cuantas Doctoras, esta ciudad tiene lenguas a puñados, de hecho tiene el mayor número de lenguas desconectadas de cerebros del mundo mundial. Gritos en el Cielo y en el Infierno; se ríen de nuestras tradiciones, de lo más sagrado, aquí, en la tierra de María Santísima… Con lo respetuosa que es la sevillanía.

Personalmente, quien esté libre de pecado que coja la piedra y se la trague porque no me lo creo. Si alguien desconoce que se disfrazan hasta los miembros de priostía cuando se encarta, si nunca ha visto una foto de fulano con pluma y mengano crucificado, si nunca se ha sentido vergüenza ajena y propia viendo cortejos penitenciales que más se asemejan a los beduinos de la cabalgata, se está siendo más que hipócrita.

Pero eso sí, Uma Thurman es un súcubo y ‘El Garlochí’ un bar impío. Eso es lo que aquí desahoga la conciencia; poder echarle la culpa a los demás, buscar una salida para la mediocridad que no queremos ver. Escandalizarse por una actriz disfrazada hará que las hermandades sean rebaños de amor fraternal y paz. Podemos exigirle, sin miedo y sin vergüenza, a Uma Thurman todo el respeto y coherencia que no somos capaces de imponer en nuestras cofradías.

Lo dicho, terreno abonado para cogérsela con papel de fumar. Excusas de estas que vienen bien para soltar cabreo de ese que no sabíamos canalizar. Y lo peor es que dentro de unos meses será otra cosa; se encontrará una foto, una portada, un vídeo, cualquier cosa que permita soltar el discurso infumable de la sensibilidad herida de quienes ya deberían tener la sensibilidad de esparto a juzgar por lo que toleran en sus casas. Pero lo dicho, quieren aliviar el peso haciendo uso del relativismo moral, así que nada, barra libre… ¡Indignaos!

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...