A veces, los poderosos, convencidos de su omnímodo poder e ilimitado conocimiento, se permiten el lujo de hablarnos como auténticos gilipollas. ¿Por qué? Pues porque si yo hablo como si llevara la razón, lo mismo también consigo que nadie me lleve la contraria. Y a diario  pasa esto, pero ya el otro día la Iglesia sacó a Cáritas a la palestra y por ahí sí que no paso.

Cáritas es una entidad encomiable, cuya ayuda en estos tiempos es casi incalculable para este país y los duros momentos que atraviesa. Por eso, que tan digno trabajo hercúleo se convierta en el escudo y la espada de cierto sector de la Iglesia, hace que se me revuelvan las tripas.

Y digo esto porque sé de lo que hablo. He sido educada en dos colegios de monjas a falta de uno. He estudiado Integración Social y estudio Trabajo Social. Pertenezco a una hermandad y he realizado prácticas en entidades donde se derivaban casos a Cáritas, sin contar el conocimiento popular que por amigos o conocidos tengo del tema. Por eso me parece un insulto que, cuando por una vez los altos estamentos de la Iglesia se ven mínimamente atacados por quienes les espetan todas las contraprestaciones que reciben del Estado, van ellos y dicen lo de Cáritas.

Qué infamia y qué poca vergüenza hay que tener hablando mal y pronto. La mayoría de curas y monjas que participan de esta institución, como los que participan de otras similares como comedores sociales y albergues, están a años luz de Rouco y su pandilla, sin contar con que viven con una modestia que escandalizaría en la Conferencia Episcopal.

Y luego está el cristiano exaltado, que poco tiene que envidiar al talibán más abyecto, y se da golpes de pecho diciendo que Cáritas, que aunque pertenece a la Iglesia no es toda ella -aunque muchos no lo sepan-, hace lo que nadie más quiere hacer. Eso me insulta como profesional. Hay muchas, muchísimas personas que, de forma laboral y de forma voluntaria, que tan lícita es una como otra, hacen una gran labor todos los días con personas o colectivos excluidos o en riesgo de exclusión. Y son personas en cuya elección no tiene nada que ver la religión. Lo dicho, todo es lícito.

Pero claro, cuando se tiene tanta estrechez de miras, lo lógico es no saber nada de esto y decir la chorrada más grande que a uno se le ocurra. Así que, mezclando las churras con las merinas y el tocino con la velocidad, la Iglesia tiene derecho a meter la cuchara porque un apéndice de ésta hace mucho bien a la sociedad. Maravilloso, daría lo que fuera por ver a más de un miembro de la Iglesia que conozco colaborando simplemente en Cáritas. Ya no hablo de organizaciones no cristianas, que lo mismo se escandaliza alguno.

De igual forma, tengo la suerte de haber conocido y conocer a curas, monjas y personas muy vinculadas a la Iglesia que sí hacen una labor que sería de admirar si no fuera porque ellos no lo sienten así y simplemente piensan que es su deber.

Y que nadie les engañe. Si ponen la X en la casilla de Fines Sociales a Cáritas también les llega el dinero. No es necesario que antes pase por las manos de otros. Y eso que estoy a favor de contribuir, en cierta medida, a la conservación patrimonial de la Iglesia. Pero así, mintiendo y de forma hipócrita, no.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...