Últimamente parece que a Andalucía le han pintado una diana que la ha convertido en el blanco perfecto para que otros tiren el balón fuera, y en lugar de preocuparse de los problemas de sus propias comunidades, se dediquen desde la ignorancia a criticar y juzgar sin argumentos ni conocimientos.

Y llega un punto en que ya es demasiado. No puede tolerarse tanta estupidez y una se cansa. A mí me cansa que tengamos que defendernos, que explicarnos y justificarnos. Me molesta sobremanera que tenga que explicarse algo tan obvio como que los niños andaluces tienen sillas en el colegio, y que también disponen generalmente de un espacio libre para hacer otras actividades en el aula, como jugar o, en este caso, escuchar un cuento.

Pedagogos de todos los países inciden en lo positivo de lo que comúnmente se llama “el cachorreo”, pero a quien no quiere saber de nada y simplemente quiere un aplauso fácil, que tampoco entiendo por qué se aplaude ese cainismo absurdo, pues le vale con decir la primera imbecilidad que pasa por su hueca cabeza.

Me cabrea siempre tener que explicar que trabajamos, que no estamos todo el día de cuchipanda, que hay que esforzarse mucho para poder ir a la feria, la romería o el carnaval que a cada cual le guste.

Me parece absurdo a estas alturas reclamar que sabemos hablar y escribir de forma correcta, pues tener determinado acento no impide que se nos entienda. Me fastidia siempre tener que recordar a literatos, actores, políticos, premios Nobel, andaluces todos, insultados de mala manera con la radicalización de un nacionalismo tan absurdo como quienes presumen de él. Me jode, perdonen la expresión pero ya no hay otra, que políticos compañeros de partidos o pactos de quienes nos ningunean, no nos defiendan; y me da igual el signo político. Ninguno ha sido nunca capaz de pasar de un servil y cortés: “retire eso, que la gente se mosquea”.

Me da mucha pena que se quiera conseguir algo, no sé el qué, atacando a un pueblo que generalmente no hace lo mismo. Al menos, no conozco a nadie que se preocupe por las ayudas al sector minero asturiano, por poner un ejemplo. Me  da pena que tengamos que defendernos cuando realmente no deberíamos hacerlo, pues no deberíamos ser atacados de una forma tan absurda y demencial.

Por eso mismo, voy a no hacerlo. Por supuesto respeto que la gente lo haga, y recomiendo las columnas del compañero Álvaro Ballén últimamente a este respecto; pero no, yo ya me quedo aquí, sin mover un dedo explicando que para empezar el PER no existe, ni que yo cuando hablo no me como las “s” finales, los andaluces las aspiramos en todo caso. No voy a contraatacar más cuestionando el absurdo nacionalismo de gente que ni nació en la comunidad que defiende con tanta vehemencia ignorante, ni repetiré cómo esta comunidad levantó tantas otras con su sudor y trabajo, cosa que para ser unos vagos redomados no está mal.  No voy a repetir más la cuna de civilizaciones que esta tierra ha sido, no, ya no. Me cansa ya tanta tontería sin pies ni cabeza, así que espero que ellos mismos se cansen de hacer el tonto, y claro está, esto ayudaría si nadie aplaudiera o riera tan estúpidas gracias.

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Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...