Esta historia es real y reciente: Un joven veinteañero le regala a su novia un perro. Él, embaucado por la química del amor, quiere demostrarle su afecto. ¿Quién no se resiste a la tierna mirada de un cachorrito? La enamorada, por supuesto, flipa. En un arrebato de frenesí y de emoción corre a su casa para presentarle a su madre al nuevo miembro de la familia. Aquí empiezan los problemas.

La madre se derrite con el cachorro, pero al rato comprende que aquello es un regalo envenenado. En esa casa ya vive otro perro, además es muy territorial. Efectivamente, la primera reacción del animal cuando ve a su competencia es la de enseñar los dientes. No solo eso, si ya con uno siente una gran responsabilidad, no quiere imaginarse con dos. En un momento de cordura, firme pero comprensiva, le dice a su hija: «Hay que buscarle una familia, aquí no se puede quedar».

La decepción de la joven es notable. Ella, que fue corriendo a casa para compartir la felicidad con su madre se encuentra con un muro impenetrable. Su siguiente paso es visitar a la abuela: una señora de 70 años. También flipa de amor con el perro, pero lo tiene claro: no se puede quedar. La niña le promete que no se tiene que preocupar por nada, que irá todos los días a sacar al perro y se encargará del cuidado. Finalmente accede. En honor a la verdad, aunque aquello fue una encerrona, la joven no eludió su responsabilidad en ningún momento.

A los pocos días, la realidad vuelve a imponerse. El perro no se puede quedar, es demasiado para la abuela, que arrastra problemas de espalda. Una vez más, tiene que irse. Por suerte, al animal no le faltan familias que quieran encargarse de él. Pero otros no tienen la misma suerte.

El 30% de los animales que se regalan en Navidad son abandonados, según datos de la Asociación Animalista Libera y la Fundación Franz Weber publicados en enero. El relato que acabo de escribir es una de muchas historias. Esta, seguramente, tenga un final feliz, pero, si la estadística es cierta, en este momento, un mes después de las fiestas, las casas de acogidas deben estar abarrotadas.

Vivir con un perro es una de las mejores experiencias que un ser humano puede tener. Como dice mi mujer: «Nunca nadie te va a querer más que Peter». Pero, también es una responsabilidad y no todos tienen los recursos para su correcto cuidado. No regalas un jarrón, sino un ser vivo.

Si vas a adoptar, por favor, piénsalo. No es para todos.

Tengo más de 20 años de experiencia en medios de comunicación y 16 de ellos los he vivido en Madrid donde, además de comer bocadillos de calamares, he formado parte de las principales redacciones de...