@UPA_Federal

Vivir en el  campo: ver el carro de estrellas/tendida en la era en una cama de paja.

Hay una marea verde que recorre España de sur a norte.

Hay crisis en el campo, otra vez. Los agricultores protestan desde el mes pasado para reclamar un reparto más justo por el valor de sus productos en la cadena alimentaria. 

-Hay que apretar, dice la ministra, para defender los derechos del agricultor. ¿Ahora es el momento?

El abuso de las distribuidoras, los intermediarios, es intolerable: no se puede consentir pagar un producto en el supermercado tres, seis o doce veces más caro que en origen. Por eso a veces el agricultor  prefiere no recoger el producto, regalarlo o tirarlo. 

La gente del campo se encuentra hastiada, sin motivos para seguir trabajando la tierra y por eso muchas veces decide abandonarlo y emigrar a la ciudad que al menos le ofrece un sueldo fijo, contribuyendo así a eso que ahora se le ha dado en llamar «la España vacía» y antes la conocíamos como el «Éxodo rural».

Echo de menos del campo:  el olor del mastranto del laurel y de la yerbabuena. Levantarse al hacer de día para dar de comer a las bestias, echar la simiente y regar el huerto. Arar la besana y barcinar el trigo, la cebada y la arbeja para después con el peso de la calor, dormirse encima del trillo.

Pero hoy el campo está que arde, como hubiera dicho mi padre. Fueron muchas “las fatigas” pasadas y no quería ni verlo.

Sin embargo a mi madre le hubiera gustado volver a él, cada tarde.

Nosotros dejamos el campo hace cincuenta años y, después de medio siglo, a pesar de los adelantos, el campo se sigue doliendo, los surcos del tiempo no han hecho sino sangrarlo aún más.

Los agricultores, la gente del campo está indignada y ha salido a la carretera con sus tractores para que todo el mundo lo sepa: 

¡ésto es insostenible!

Es verdad que el campo que yo conocí cuando chica no es el de hoy. 

Me cuentan algunos paisanos que hoy el campo es más llevadero, que no hay que pasar las noches en el cortijo-que ya tiene luz y agua corriente-y que las aceitunas y las uvas se recogen con maquinarias, que hay móviles y que  drones que cuentan los olivos. ¡Si mi padre lo viera! 

Nosotros conocimos el tractor y la cosechadora en La Fuente del Duque,  pocos años antes de venirnos a la ciudad, a principios de los setenta, gracias al carril que construyeron entre varios agricultores. 

Poco a poco se había ido abandonando el arado, las faenas del campo también: segar, barcinar las gavillas o trillar en la era formaban parte del pasado. Todo se hacía en el tajo. Las aceitunas se llevaban en tractores a las cooperativas,  el trigo a los silos. 

Ya no hacían falta las bestias. Ni el hocino ni el trillo servían ya.

Vino el desarrollo: los hoteles y las fábricas resultaban más atractivos que trabajar  en el campo «de sol a sol», sin días de fiesta, pidiendo prestado para sembrar, y esperando que fuera buena la cosecha siguiente. 

Hoy seguimos, en el campo, dependiendo  del clima, de las heladas…  

¡El campo, hoy como ayer, está que arde!

La solución al campo pasa por una PAC mejor que encuentre un precio justo en la cadena alimentaria, fomentar el comercio local y  defender de los derechos y seguros laborales. 

Para que nuestros jóvenes apuesten por volver al campo,  logrando un futuro más sostenible. 

Maestra, especialista de francés. Titulada por la Escuela Oficial de Idiomas, colabora en La Voz de Alcalá desde el año 2003 y en el periódico local 'La higuerita' de Isla Cristina desde el año 2010....