Me parece casi obsceno tener que enarbolar la bandera del ínfimo salario mínimo interprofesional que rige en este país, pero ya no me quedan más argumentos racionales. Lo siguiente es llamar despreciables, rastreros y ladrones a las empresas de asistencia eléctrica  urgente.

Belén Zurbano Berenguer.Estábamos durmiendo tan ricamente la siesta cuando de repente noto cómo seme hielan los piececillos. La estufa está apagada, la tele en negro y no se escucha el zumbido del lavavajillas. Efectivamente, se había ido la luz. Dos horas después estábamos recibiendo en casa a un señor con maletín –podía haber sido notario y la broma nos hubiera salido por parecido importe- que nos pedía por veinte minutos de trabajo 300 euros. Y aquí es cuando le digo, ¿oiga, ested sabe en cuánto está el salario mínimo?

Después de dos angustiosas horas en las que pude –pudimos- comprobar la inutilidad congénita a la que nos ha sometido la electrificación imperante, había llegado la hora de enfrentarse a la cruel realidad: el individuo y sus necesidades no son nadie frente al capital y sus intereses. Llámenme melodramática pero 300 euros es la mitad de mi sueldo.  No sólo habíamos pasado frío –se nos ha olvidado ya cómo calentarnos sin talar árboles a destajo- y descubierto que ni comer podíamos (¡todo en esta casa es estúpidamente eléctrico) sino que además íbamos a descubrir que el fallo volvía a ser el fusible.

Y ya lo habíamos arreglado –y pagado unos cuantos cientos de euros por ello también- hacía apenas diez meses. “Ah, no, la empresa solo le cubre tres meses de garantía”- chilla una voz de timbre poco grato al otro lado del teléfono- “tal y como pone en la factura”.  Pero en la factura no pone nada y según el técnico nuevo, el de los 300 euros, nos han puesto un fusible erróneo (para el triple de potencia de lo que tenemos contratado) y encima no está bien apretado por lo que “antes salís ardiendo a que os salte eso que os han puesto vaya”.

Resumen: la empresa privada –ésta, la anterior y toda que se precie- no sólo nos  tiene en vilo el tiempo que quiere a oscuras y congelados y nos cobra un ojo de la cara, sino que, además, tenemos los usuarios que tragarnos el que trabajen mal y no puedas reclamar (según ellos, porque eso ya lo veremos) amén de la horrible autoconciencia de imbecilidad por haber sucumbido tan de lleno a la tiranía de la electrificación.

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