La noche del 31 de diciembre de 1999 no fue una Nochevieja más. Las profecías que alertaban de un posible colapso de los sistemas informáticos debido al cambio de milenio causaron que familias enteras reuniesen víveres para subsistir en un posible apocalipsis digital y que el vicepresidente español se tomase las uvas en el bunker de la Moncloa.

Los menos crédulos dieron por hecho que se trataba de un bulo y no tomaron medidas al respecto, otros decidieron confiar en los informáticos y, por último, algunos optaron por prevenir antes que curar y reunieron provisiones ante un posible caos informático.

Garrafas de agua, latas de conserva, velas… Muchos pasaron aquella Nochevieja pegados a una radio, esperando saber si ocurría o no el apocalipsis del milenio. Por supuesto, como se sabe, el milenio cambió y todo, o casi todo, siguió funcionando tal y como antes… Pero, ¿qué pasó realmente? ¿Estaban justificados los temores? ¿Estuvimos de verdad al borde de una debacle digital?

El Efecto 2000 consistía en un posible fallo de los sistemas debido a los dígitos con los que se marcaba el año. Hasta el final del milenio, los ordenadores determinaban el año con las últimas dos cifras: 97, 98, 99… El problema llegaba con el cambio de milenio, ya que las cifras 00 no considerarían que se tratase del 2000, sino de 1900. Los sistemas estaban creados y diseñados para el primer milenio, no para el segundo, si no conseguían realizar la transición al 2000 correctamente se desataría el caos.

Según los peores pronósticos, ese fallo afectaría a la edad informatizada de la gente; podría causar apagones, con los consiguientes problemas de orden público, caos semafórico, etc.; se preveían también errores en los sistemas bancarios, fallos en los hospitales y un posible colapso del tráfico aereo. Los medios de comunicación advirtieron de ello, también lo hicieron las instituciones y diferentes gobiernos; el vicepresidente primero del Gobierno de José María Aznar, Francisco Álvarez-Cascos pasó aquella noche junto al equipo conocido como Oficina de Transición 2000, en el bunker del Palacio de la Moncloa, vigilando el proceso para evitar el apocalipsis.

Lo demás es historia, porque el Efecto 2000 quedó en un par de fallos menores en centrares nucleares, un apagón de 15 minutos en el casco antiguo de Barcelona y algunos fallos más en sistemas pequeños como parquímetros, máquinas tragamonedas, gasolineras o algunos problemas de gestión de tráfico. Por lo demás, la informática sobrevivió.

Se estima que España gastó cientos de millones de euros en actualizar software y equipos de todo el país, hasta blindar finalmente los sistemas importantes. Aunque la crítica popular tras las campanadas de aquel 31 de diciembre consideró el Efecto 2000 como un bulo que incluso los Gobiernos se creyeron, la crisis llegó a evitarse solo mediante un fuerte trabajo informático e institucional: el fallo de los dígitos en el cambio de milenio fue real. Sobre el tema, que en informática se conoce como Y2K, se han realizado cientos de investigaciones hasta ahora.

Por supuesto, a pesar de todo, los víveres no fueron necesarios y las conservas se dejaron para un nuevo apocalipsis: el «fin del mundo» maya en 2012, que, por cierto, tampoco ocurrió.