Es indudablemente magnífica la temporada de un equipo que termina campeón de Copa del Rey y clasificado para la Champions. Por mucho que se haya sufrido, dudas, pitos y cambios que hayan habido, el último minuto en Liga y la reciente final ante el Atlético convierten esta temporada en un gran éxito para el Sevilla.

Miguel Ybarra Otín. El problema para tantos equipos es la magnitud de las expectativas e ilusiones que se crean y venden. Grandísimos conjuntos compiten pero un máximo de tres -Liga, Copa, Supercopa- salen campeones en el ámbito nacional, tres más en el europeo. Así, la ilógica económica dicta que sólo se entienda como fracaso el año de entidades que han invertido, por ejemplo, 250 millones de euros en fichajes.

José María del Nido, siempre protagonista, comparaba la plantilla del Sevilla con la del -para muchos- mejor equipo de la historia: el Barcelona campeón de todo. Y ciertamente dispone el equipo sevillano de un plantel envidiable, el que pronto se alzó como alternativa a blaugranas y merengues, ilusión coloreada en la sexta jornada (2-1 al Real Madrid) e inmediatamente desteñida con derrota en Coruña (1-0, jornada siguiente) y empate ante el Espanyol (0-0 en casa, octava jornada).

Por esas fechas, si ya pronto el título liguero se antojaba cosa de dos, el Sevilla se mostraba en Europa como un equipo sólido, fuerte, solvente y muy difícil de batir: contundentes victorias en Glasgow (1-4) y Stuttgart (1-3) asustaban, elevaban la moral de un equipo que, sin embargo, se desmoronó en diciembre por las lesiones y el esfuerzo en tres competiciones: 4 derrotas seguidas en Liga y un juego ramplón, desesperanzador, que llenaba de pañuelos la grada.

Gran parte de la afición estaba enfrentada con Manolo Jiménez, un entrenador con similar visión del juego a la de aquel defensa fuerte y sin mayores alardes técnicos que él fue. La confección de la plantilla apenas ofrecía creatividad y por Renato, el jugador de más clase, ya pasan los años. Así las cosas, los pitos acabaron con Jiménez tras un horrible marzo  culminado con empate en casa (1-1) ante el colista Xerez (2 puntos de 12 en Liga y eliminación de Champions).

Lo de la Champions merece otra reflexión, autocrítica también para la afición: ¿cómo se entiende que ésta no hiciera del estadio un auténtico infierno para el rival cuando 35 minutos daban la posibilidad de dar la vuelta a la eliminatoria para plantarse en cuartos? Esa media hora larga ante un equipo inferior fue de pitos y silbidos, harta la grada de un entrenador que ya inició la campaña sin su apoyo. Y que cesado, dejó en manos de Antonio Álvarez un final de Liga resuelto con 6 victorias y 4 derrotas más.

Palop, batido ante el Barcelona / Miguel Ybarra Otín

Con todo esto, los números reflejan un año bastante irregular y 13 suman las derrotas pese a que el equipo siempre ha estado arriba. La discontinuidad ha sido idéntica en las alineaciones (¿quién no ha estado lesionado?) y así el rendimiento, línea por línea, se ha juzgado casi siempre mejorable.

Palop, siempre indiscutible, ha comenzado a ser criticado. Si bien sus fallos pueden considerarse puntuales –sobresale el 1-2 encajado ante el CSKA– y si bien paró lo parable y lo imparable en las eliminatorias coperas ante Barcelona y Getafe.

Andrés Palop recogiendo la Copa del Rey/AfpArriba, con 65 goles, el Sevilla ha sido el tercer conjunto más goleador, repartiéndose protagonismo Luis Fabiano (15), Kanouté (12) y Negredo (11), si bien este último (15 millones de euros su fichaje) bajó bruscamente su rendimiento precisamente tras debutar con la selección nacional. Ha sido además pitado en el Pizjuán (fallón, impreciso en los controles) y en algunas jornadas ha sufrido absurdas expulsiones.

Jesús Navas, Renato y Perotti, por su parte, han hecho 4 dianas cada uno y 10, 4 y 3 asistencias de gol mientras que Capel tan solo 3 pases y 1 tanto (hablamos de la Liga, pues en la Copa los ha marcado importantes tal que 2 en el Camp Nou: uno ante el Barça, otro en la final).

Esa final precisamente ha llevado de nuevo a la calle las celebraciones: son dos títulos en los últimos 4 años en el torneo más imprevisible (8 campeones las 10 últimas ediciones). En esta ocasión el cuadro de Nervión fue superando a Atlético Ciudad, Barcelona, Deportivo y Getafe, sólo ante los catalanes con serios apuros. La final ante el Atlético de Madrid el pasado miércoles fue una batalla perdida en el centro del campo, vencida bajo los palos y en los extremos.

Cualquier otro título es imposible de vencer así. Navas además, uno de esos extremos, suena para el Real Madrid cuando pronto comenzará el baile de fichajes,  movimientos que determinarán cómo se vende una temporada, la siguiente, que volverá a dejar, lástima, un máximo de tres campeones nacionales.

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