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El Sevilla rozó la perfeccíón en una primera parte en la que anuló a Osasuna y se adelantó gracias a un Medel épico. Pudo sentenciar, pero acabó sufriendo en un segundo tiempo de infarto que finalízó con gol de Trochowski.

Era una final y así se jugó el choque. Desde las gradas y desde el campo. Nervión vivió un ambiente límite, sin duda, algo que se notó en un Sevilla que se fajó con alma para sacar adelante un partido que no se decidió hasta el descuento, más que nada porque en la excepcional primera parte que cuajaron los andaluces no se apuntilló a un Osasuna que alzó la voz en la reanudación y obligó a Palop a lucirse y a sus compañeros a dejarse todo en el césped, encarnado ese esfuerzo colectivo en la bravía actitud de Gary Medel, autor del primer gol, que visiblemente lesionado en el tramo final esprintó cuanto hizo falta hasta que en la última jugada del choque la enésima galopada de Navas por la derecha acabó en gol de Piotr Trochowski, estallando en furia y júbilo un Ramón Sánchez Pizjuán que por fin se dio una alegría.  Y un respiro, claro.

Seguramente Michel no hubiera podido planear mejor la primera mitad. Osasuna no pisó área hasta casi el descanso, cuando Palop salvó con una rápida salida una internada de Nino. Palop estuvo rápido y en cierta medida se dio el gustazo de revivir, sobre todo por todo lo que haría después. Y revivir también revivieron sus compañeros, que ejecutaron con practicidad un fútbol de manual, veloz, muy veloz, preciso y en algunos momentos hasta exquisito.

Michel volvió a sorprender con el once. Puso en liza un 4-4-2, con Negredo y Kanouté en punta, desplazando a Reyes a la izquierda y dejando el doble pivote a Medel y Rakitic. Estos dos últimos tuvieron mucha responsabilidad en el triunfo. El primero porque marcó el gol que abrió el camino y atenazó los nervios, además de estar en todos los sitios y cortar todo lo cortable. El segundo porque volvió a ser el jugador que se fue tras la lesión y que a penas ha aparecido en esta campaña. El croata estuvo soberbio, regalando pases largos medidos que generaron  tremendo peligro. Aunque no se puede decir menos de ninguno de los hombres de ataque. Reyes y Navas, sobre todo Navas, abrieron el campo y dieron verticalidad, Negredo hasta que tuvo fuerzas, cayendo mucho a la izquierda, jugó con efectividad e inteligencia, abriendo muchos espacios, y a Kanouté solo le faltó marcar, porque ocasiones tuvo, dando un recital de controles y pausa en el juego.

El propio malí pudo marcar nada más comenzar tras una gran acción de Negredo, pero su remate, demasiado forzado, salió fuera. Reyes y Navas probaron suerte desde fuera del área. Las gradas empujaban y el equipo se contagió de cierta dosis de furia que pululaba en el ambiente. Y entonces llegó la jugada clave. Reyes trazó una diagonal hacia dentro, Negredo aguantó con paciencia en la frontal, la puso el corazón y el balón se fue a la red. Con el viento a favor todo fue más fácil y todavía los hombres de Michel y el propio técnico estarán preguntándose por qué no se finiquitó el asunto antes del descanso. El Sevilla fue un torbellino, disponiendo de un rosario de ocasiones.

Negredo, Kanouté, Reyes y Rakitic tuvieron oportunidades claras para poner tierra de por medio. Pero Fernández estaba inmenso y la puntería no del todo afinada en la vanguardia local, sin duda uno de los pecados capitales del Sevilla de esta temporada.

El descanso dio un respiro a un Osasuna que no sabía por dónde le caían los golpes. Y en la reanudación la historia parecía continuar por la misma senda. Spahic rozó el segundo, rematando abajo un servicio preciso de Rakitic, pero otra vez apareció Fernández. Mendilíbar vio que las cosas no funcionaban y para frenar a la bestia cambió cromos. Lamah e Ibrahima saltaron al campo por Lekik y Lolo, cambiando radicalmente la imagen de los rojillos, sobre todo porque Lamah se convirtió en un tormento por el costado derecho local.

El Osasuna se estiró y el Sevilla tuvo esos minutos de flaqueo que aparecen cuando las fuerzas bajan. Puñal probó suerte desde fuera, pero los nervios llegaron de verdad cuando Lamah totalmente solo a 12 del final fusiló para empatar… Y apareció Palop, bendito como en sus momentos de gloria, sacando uno de esos manoplazos que le han hecho invencible ante el tiempo. Ese fue otro de los muchos arranques de orgullo que dignificó a los jugadores de Michel sobre el terreno de juego. Eso sí, el Sevilla también tuvo sus momentos, siempre a la contra, por ejemplo con una acción de Navas que el palaciego, con todo a placer, no supo definir, pues prefirió pasar con poco acierto a Negredo en vez de ajusticiar a Fernández. 

Michel, obviamente, se dio cuenta que estaba perdiendo la batalla en la medular. Por eso movió el banquillo. Primero quitó a Reyes por Luna y luego a Trochowski por Kanouté.

El Sevilla ganó algo de aire, también cuando Babá sustituyó a un desfondado Negredo. Aún así, no hay que engañarse, el partido estuvo en vilo hasta su última acción. Los navarros buscaban el empate y los locales, menguados físicamente, sabían sufrir y contragolpeaban gracias a que a Navas nunca se le acaban las pilas. Fazio y sobre todo Babá pudieron sentenciar, pero no, iba a haber tensión hasta el final. En esas circunstancias Medel comenzó a cojear y el Gol Norte viendo al ídolo herido arrancó a corear su nombre. Y el chileno volvió a correr con esa fuerza y ubicuidad que sólo el tiene.

El Sevilla exhibió gallardía y, pese a que el partido se le hizo demasiado largo, aguantó el tipo hasta que en la última acción del choque Trochowski hizo bueno una magnífica arrancada de Navas para desatar la euforia reprimida de una afición que ha sufrido demasiado en los últimos dos meses. Y el Sevilla ganó, sí, por fin ganó.

Crónica facilitada por el servicio de prensa del Sevilla FC.

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Licenciado en Periodismo por la Universidad de Sevilla, empezó en la comunicación local y actualmente trabaja para laSexta. Máster en Gestión Estratégica e Innovación en Comunicación, es miembro...