Horas antes de que comenzara la ceremonia de despedida de Joaquín en el Benito Villamarín, donde el extremo portuense ha vivido algunos de los momentos más importantes de su carrera y su vida personal, ya se sabía que se antojaba una noche de emociones fuertes y recuerdos imborrables.

Sin embargo, poco o nada podría haber preparado al beticismo para lo que venía… Empecemos por el final, con una imagen que incluso puede ser un retrato más fiel de lo sucedido que cualquier palabra:

Después de varios minutos en el terreno de juego, marcando sus últimos dos goles con la elástica verdiblanca entre carcajadas, Joaquín se fue al túnel de vestuarios al son del himno bético cantado a capela por una afición entregada.

En ese momento, la sonrisa de un hombre que ha sido sinónimo de alegría y desparpajo durante toda su carrera se difuminó y abrió paso a las lágrimas formando una estampa que eriza la piel. Si las cámaras no lo hubieran captado, no habría manera de describir hasta qué punto la reacción de Joaquín sirve como reflejo de su personalidad.

Antes del último beso al escudo del eterno capitán verdiblanco, eso sí, la felicidad se antepuso a la tristeza de ver a un ídolo marchar. La aparición estelar de grandes figuras del beticismo (de la talla de Denílson, Oliveira, Assunçao, Rubén Castro y Capi) y jugadores míticos procedentes de todas las partes del planeta fútbol (como Ruud van Nistelrooy, Casillas, Raúl González Blanco y Sergio Ramos) fue un auténtico deleite para cualquier futbolero en un espectáculo sin precedentes.

Algunos sorprendieron demostrando haber mantenido su toque años después de colgar las botas, otros mostraron más claramente que el tiempo pasa inmisericorde, pero al final todos fueron, a su manera, protagonistas de una noche de pasión, fútbol y diversión.

La afición, como no podía ser de otro modo, también estuvo a la altura. Es complicado encapsular en una sola estampa lo que sintieron cerca de 60.000 espectadores en un estadio de grandes dimensiones, pero aquí tenemos una que puede servir de resumen de lo sucedido:

El partido finalizó con victoria para las leyendas béticas por 6-4, especialmente influido por la entrada de Ayoze y Juanmi, y por supuesto, el doblete de Joaquín.

También fue ovacionado por la grada del Villamarín Jesús Navas, que no dudó en visitar sobre el verde a su querido amigo por una última vez, a pesar de la rivalidad latente, su reciente éxito en la séptima Europa League sevillista y su convocatoria con la Selección.

En definitiva, no fue cuestión de fútbol, sino de sevillanía. Tampoco de despedidas, sino de grandes recuerdos. Lo importante no fue lo que sucedió en el terreno de juego, sino conmemorar la trascendencia de Joaquín, de carismático extremo a leyenda indiscutible.