Diario nómada es el título del poemario con el que José Antonio Pamies ganó el II Premio Internacional de Poesía Círculo de Bellas Artes de Palma de Mallorca.

Pamies, nacido en Alicante en 1981, es licenciado en Derecho y cursó estudios de Teoría de la Literatura y Literatura Comparada en la Universidad Complutense de Madrid. Además de Diario nómada, tiene publicados otros dos poemarios: Campos de hielo (Ediciones Babilonia) y Afonías (Lapizcero Ediciones).

Según su propia definición, un nómada es una persona que va de un lado a otro sin un emplazamiento fijo. Los poemas de este libro constituyen un viaje, un continuo ir y venir, una búsqueda de una residencia fija para el ánimo. Lo primero que llama la atención de Diario nómada es la cantidad de metapoemas en los que el autor poco a poco construye una poética propia, dotando a la poesía de un significado mucho más allá del simple hecho de escribirla. Encontramos su efecto liberador ya desde el poema que abre el libro, un poema en el que hallamos, además, una declaración de intenciones sobre lo que va a ser toda la obra:

“Escribir con el hueso en la palabra
y dejar restos de carne viva en el papel,
saciar la incertidumbre de estar vivo
en cada poro del poema.
(…)
Sellar aquí el pasado que palpita
desde extraños huertos sin voz
y cargar con el matiz de su bagaje,
nacer más desde la misma entraña.”

Es esta una composición reveladora ya desde el mismo inicio. El poeta acude a la poesía como método de salvación o como una búsqueda propia con el máximo deseo de hallarse vivo. En la estrofa final se adivina el dolor que causa el alejamiento, el nomadismo que se anuncia en el título, ese pasado que ya no tiene voz pero que es a su vez una carga. El remate final de poema, brillante verso que lo corona, anuncia una lucha por la supervivencia.

Pero para el poeta, la poesía no ejerce únicamente un efecto liberalizador, sino que cuenta con el doble filo de la espada. A ello se refiere en los versos que anuncian:

“La poesía te destruye
mucho más deprisa que cualquier tara”.

Las teorías más humanistas de la literatura abogan porque ésta sirve si nos ayuda a comprender y a interpretar nuestra propia vida. Escribir un poema tiene mucho de viajar a los infiernos, al centro del dolor en el cual nace el mundo del poeta, enfrentarse cara a cara a ese dolor para así reconocerlo y sacarlo fuera. Por ello ese doble filo, en ese ejercicio se encuentra la salvación o destrucción del individuo.

Los metapoemas se alternan con aquellas composiciones en los que se anuncia la causa del dolor, el desencadenante de los versos vuelve a ser, una vez más, el amor. Y es que el desamor llega a ser uno de los estímulos más potentes en el poeta. No en vano hay quien dice que el mundo creativo como tal nace de la plena insatisfacción del creador con el que le rodea, su juego artístico consiste en hacer uno más habitable convirtiendo todo lo que es oscuro en belleza, un juego en el que la soledad tiene un espacio primordial, como decía Joan Margarit: “Puede que algunos lo llamen inspiración, / pero únicamente se trata de soledad”. José Antonio Pamies expresa esa circunstancia dolorosa durante todo el libro en una lucha continua del individuo por poder convivir con ese sentimiento doloroso, una lucha que sobre todo al principio del libro es una tunda de golpes:

“Noqueado de amor
en una esquina del ring,
con la intacta hechura
de un púgil principiante
que no sabe por qué boxea”.

Esa lucha es el leit motiv que gira durante todas las páginas de este poemario. El dolor alcanza su cénit en la intensidad rítmica de los micropoemas que muestran toda la rabiosa circunstancia. Unos poemas que por intensidad y léxico recuerdan al Panero más destruido, aquel que personifica a la muerte y usa elementos como el fuego. Dice Pamies en uno de ellos:

“En los pliegues del poema
todos los rascacielos destruidos por amor”.

En cuanto a la estructura, la forma predominante es el verso libre, pero el autor exhibe un fantástico dominio de las formas cuando emplea composiciones escritas en metro clásico, como algún soneto con regusto a los simbolistas franceses, e incluso se atreve con el versículo propio de Whitman, ese verso inacabable que anuncia toda la hondura del vacío, y con un texto en forma de prosa poética.

En cuanto a los referentes, el mismo autor se encarga de desvelarlos citándolos a menudo entre sus páginas: Mallarmé, Pound, Panero y algún eco de la generación de la experiencia aparecen entre poemas.

El libro es un continuo que muestra una evolución del sentimiento, no es simplemente una colección de poemas sueltos. La búsqueda de un territorio habitable donde se pueda convivir con el desamor sin que éste te rasgue las entrañas. Al final del poemario, en la última composición, la vida ya se ha abierto paso:

“Tiempo de vivir, de desenfundar las armas del destino y forzar
esas divinas fuerzas que la nada oculta”.

Destacamos en Diario nómada lo completo tanto de su forma como de su contenido y asistimos a la irrupción de un poeta que en esta línea está llamado a ser una figura representativa en la poesía española.

Nace en Cádiz en 1981 y estudia Filología Hispánica entre la UCA y la UNED. Actualmente dirige los talleres de Escritura Creativa de El fontanero del Mar Ediciones. Organizador del festival poético...