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Pascal Rambert dirige a dos intérpretes magistrales en una auténtica sinfonía del desamor. Un espectáculo que podrá verse sólo en Sevilla, Madrid y Barcelona.

Los días 27 y 28 de noviembre, a las 21:00 horas, el Teatro Central de Sevilla acoge ‘Clausura del amor’ un espectáculo que dirige el director Pascal Rambert y en el que participan dos intérpretes magistrales como son Bárbara Lennie e Israel Eleialde. Una auténtica sinfonía del desamor que comenzó su historia dramática en el Festival d’Avignon 2011.

Todo el que el mes de julio del año 2011 asistió a las representaciones de ‘Clôture de l’amour’ quedó marcado por el vómito que salió de las bocas, las manos, el torso,…el cuerpo, en definitiva, de dos mayúsculos actores que arrojaron uno contra otro, y de la forma más impúdica posible, los reproches más íntimos de una separación, de una ruptura sin posibilidad alguna de marcha atrás.

Desde entonces Clausura del amor ha sido representada en una docena de lenguas, en Estados Unidos, en Corea del Sur, en Croacia, en Italia, etc. y en 2012 obtuvo el Gran Premio de Literatura Dramática concedido por el Centro Nacional de Teatro (Francia).

Afortunadamente en esta ocasión nuestro país no ha quedado en los márgenes de la historia del espectáculo vivo internacional. El texto viajaba, se había dotado de vida propia y no buscaba más que dos actores, dos auténticos atletas de la interpretación como son Bárbara Lennie e Israel Elejalde que convencieron al propio Pascal Rambert para que los dirigiese.

“Quería verte para decirte que esto se acaba/que no va a seguir/no vamos a seguir/se va a acabar aquí/no podemos seguir constantemente… ¿entiendes?”. Con estas palabras comienza este espectáculo, dos monólogos alternativos sobre el hombre y la mujer arrojados uno contra otro.

Este espectáculo puede resumirse en que el hombre abre fuego, enfatizando la decisión que ha tomado. Va a irse. Le siguen una cascada de reproches, de autojustificaciones más vehementes que vergonzantes. Incluso podemos atisbar un cierto porcentaje de mala fe en esa auténtica lluvia de palabras escupidas a toda velocidad contra o sobre ella; una mujer que no puede soportar más esa verborrea de pie, inmóvil. A medida que habla ‘el enemigo’ intensifica el ataque. Ella se desespera y se muerde los labios, por así decir, para no estallar a su vez en invectivas. 

Un grupo de niños irrumpen, cantan una canción de amor y se van. Es la hora de la mujer. Ella ocupa el lugar del hombre -un hombre que se convierte en estatua- y replica punto por punto a todos los crueles argumentos que la han vapuleado y lo hace sin que le repugne mostrar sus heridas, sin pulir sus llagas, sin reprimir una lágrima…
Un duelo, un combate de boxeo sangrante llevado a cabo por dos púgiles excepcionales, un texto de una fuerza inusual y una dirección magistral.