Triste realidad es que el cine europeo no llegue a nuestras carteleras y quede relegado sólo a festivales y visionado casero. Por eso acudimos hoy a un realizador excepcional en las dos acepciones de la palabra: se aparta de lo ordinario y es excelente: Theo Angelopoulos.

 
Miguel Ybarra Otín. Magnífico film de todo un clásico en activo como Theo Angelopoulos, “El paso suspendido de la cigüeña” conforma -dentro de su filmografía y junto a otra fenomenal película, “La mirada de Ulises” (1995)- el denominado “díptico de los Balcanes”: reflexiones sobre límites que el hombre se pone a sí mismo, fronteras que encierran a personajes perdidos, suspendidos en ninguna parte: fríos paisajes del norte de Grecia, en el confín con otros mundos como lo eran la antigua Yugoslavia o la hermética Albania.

Que es el caso de esta película en la que un joven periodista, interpretado por Gregory Karr, visita un pueblo griego fronterizo con Albania, uno de los países más cerrados del mundo durante los años 80 y casi aún en la fecha de esta película, cuando cruzar su frontera podía equivaler a ser directamente abatido. Allí sitúa Angelopoulos la acción, allí acude el periodista para retratar las vidas de miles de inmigrantes albaneses, turcos, iraníes, etc. que esperan un permiso para poder dirigirse a otros lugares.

Allí nos son presentados esos inmigrantes en un magnífico trávelling frente a un sinfín de  vagones de tren alineados, entre humos, niebla y nieve. Allí viven. Posan las familias en silencio, como para una fotografía, en una secuencia muy teatral.

Allí veremos una boda entre griegos de ambos lados de la frontera: una preciosa secuencia con la novia y el sacerdote aquí, y el novio allá, al otro lado del río, en una mañana fría y silenciosa, en sintonía con un paisaje de blancos, grises y negros, de majestuosos y misteriosos bosques -altísimos árboles secos- que ocultan detrás a cada país.

Allí descubre el periodista a un alto político griego (Marcello Mastroianni) desaparecido misteriosamente años atrás. A partir de ahí, investiga su desaparición: entrevista a su mujer (Jeanne Moreau) y en imágenes de archivo encuentra sus últimas palabras en el Parlamento: “A veces hay que callar para oír la música que hay tras el sonido de la lluvia”: demasiado ruido quizás, demasiados gritos en la política de cualquier país en los Balcanes.

Preciosa música la del film. Clásica. Guión elaborado junto al mítico Tonino Guerra (habitual en otras películas de Angelopoulos y de Antonioni, Fellini, los Tavani, Rosi y Tarkovsky). Película larga (143 minutos) y lenta: “Vosotros os bebéis el tiempo; yo lo saboreo”, comentaba un día el director al guionista tomando café: “yo lo bebo a la oriental, lo saboreo. Los italianos tomáis un espresso, un sorbo y basta”. Angelopuolos produce sus propias películas y puede permitirse ser fiel a sí mismo: “Me gusta saborear el tiempo”.

Lo adereza con elementos comunes a distintos títulos suyos: silencios, niebla y nieve en paisajes de frontera (de nuevo la albanesa en “La eternidad y un día”, 1998), trenes, personajes perdidos y más fronteras (“Paisaje en la niebla”, 1988, donde dos pequeños viajan solos hacia Alemania para conocer a su padre), interpretaciones teatralizadas (el trávelling y la boda antes referidos, etc.).

Cine con una marca muy personal. La de uno de los grandes de hoy.

 

Ficha de “El paso suspendido de la cigüeña”

 
Dirigida por Theo Angelopoulos.

Guión de Theo Angelopoulos, Tonino Guerra, Petros Markaris y Thanassis Valtinos.

Elenco principal: Marcello Mastroianni (político desaparecido), Jeanne Moreau (su mujer), Gregory Karr (el periodista, Alexandros), Ilias Logothetis (el coronel), Dora Chrisikou (la novia).
Fotografía de Giorgios Arvanitis y Andreas Sinanos.
Música de Eleni Karaindrou.
Año 1991.
Producción Grecia – Francia – Suiza – Italia.
Duración: 136′.
 

Nota: «El paso suspendido de la cigüeña» se encuentra disponible en la videotecas de las facultades sevillanas de Ciencias de la Comunicación (en dvd) y Arquitectura (en vhs).

 
Próxima crítica: «El arca rusa» (2002), de Aleksandr Sokurov: película realizada con una única toma ininterrumpida de 90 minutos, con más de 2.000 actores y figurantes repartidos por las salas del Museo Hermitage de San Petersburgo. Allí se repasan 300 años de la historia de Rusia.