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Ocho detenidos y un herido grave en la Madrugá

Cuando se inicia la jornada nocturna y matinal de la Semana Santa, se piensa en como pertrecharse contra el frío, el hambre, el cansancio o el sueño. Pero no se piensa en que haya que echarse a las calles con una dosis extra de calma para vivir situaciones anormales que si bien no deben eclipsar lo vivido, acaban por alterar el normal discurrir de los sucesos.

Hay que destacar, porque es de justicia, que antes de que nada pasara, la temperatura era aceptable, el Silencio parecía el de siempre, majestuoso y pesado, y algún problema menor en el paso de Jesús del Gran Poder lo hacía detenerse en chicotás inusualmente cortas. Quizás, la serenidad de estas cofradías antiguas y silentes nos preparó, de forma involuntaria, el cuerpo para lo que aún quedaba por pasar.

Vaya por delante que esto es una crónica cofrade, y que como tal, ni informa ni desinforma de hechos lo suficientemente serios como para que sean consultados en las noticias y artículos de este medio creados al efecto; pero tampoco podría entenderse nada de lo ocurrido en la Madrugá sin aludir a algo que jamás debió haber pasado.

El Gran Poder por el Postigo, por A. Peña

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El pánico es un sentimiento peligroso, que si se aliña con elementos como la noche, el desconcierto o la aglomeración de personas, tiene un resultado fatal. No es mi intención contradecir las informaciones oficiales, pero es de cajón de madera de pino para cualquiera que andara esta noche por Sevilla, que lo de los hechos aislados cuesta creérselo, al menos en los primeros casos. La simultaneidad de puntos en que ocurrieron las estampidas y la distancia entre los mismos debilitan el argumento del efecto dominó, cuestión que evidentemente aún puede aclararse, pues la información al respecto llevará su tiempo.

Sí es cierto, que a medida que transcurría la noche, la psicosis aumentaba, incluso la de quienes permanecíamos en relativa calma. Una silla que se cae o un choque más fuerte de la cuenta con cualquier cosa, llegaba a tensar el cuerpo y colocar todos los sentidos en un estado de alerta difícil de ignorar.

Pero ante el pánico, la gente intentaba reponerse con aplausos. Jamás vi en la Avenida de la Constitución esa acogida al Sentencia, y eso que Pepe Hidalgo sólo iba a tambor. De hecho, superado el primer gran susto, el inicio de una marcha por parte de la Centuria generó una alegría superior a la de un décimo premiado de lotería.

La cosa se repitió, y no queda en mis manos aclarar cómo o porqué, mis opiniones quedan como las del resto, para las tertulias amistosas y los grupos de whatsapp.

Costó ver con serenidad el cortejo de la Macarena, demasiado interrumpido por estos episodios; y quiso el surrealismo de la noche que en Plaza Nueva presenciara la detención de algunos sujetos que las autoridades conducían al Ayuntamiento entre abucheos del respetable, y por supuesto, aplausos.

La providencial calma del Calvario antecedió a la euforia trianera. Rompía la Avenida en aplausos nuevamente; suscitando el debate de siempre entre puristas de la sobriedad y defensores de la identidad castiza. En noches como estas, ese debiera ser el mayor conflicto, y sólo el andar de los pasos el motivo de los aplausos.

Los Gitanos, siempre castigados con los horarios, sufrieron hoy más si cabe, aunque dudo que en la Catedral se pensara en echarles el cerrojazo.

Amanecía el viernes y se relajaba la tensión, aunque aún no eran bien recibidos ruidos más estrepitosos de la cuenta.

Una carrera oficial diezmada de miedo o cansancio era quizás una zona más poblada que las calles desiertas que el pánico había logrado vaciar, y fue por ello que se recibió con alegría a ese Cristo gitano y su Bendita Madre; por devolver un sentido a esta noche que nadie debería habernos intentado arrebatar.

Todos los días amanece, y la alegría siempre se sobrepone, por mucho dolor que encierre. Eso era lo que parecía trasmitir el cortejo gitano, que con las claritas del día comenzaba a ver como las plazas se repoblaban de público madrugador y sonriente.

Las aclaraciones llegarán más tarde o más temprano; ya sabemos por experiencia que estas cosas son complicadas de gestionar o demostrar, pero debemos sacar muchas enseñanzas de esta noche, porque si no, de nada sirve haberlo pasado mal.

Pero si algo de subjetividad extra se debe conceder en esta crónica, es para que un puñado de aplausos más vayan para quienes colaboran con la cobertura cofrade de este medio. Ustedes los ven firmar tweets, fotos, vídeos, crónicas… Pero no deben olvidar que son personas; profesionales que viven la Semana Santa, que salen a vivirla y a que la vivan de forma compartida.

Esta noche han sufrido lo mismo que muchas otras personas, han intentado rehacerse y calmarse en la medida de lo posible. Hay quien tuvo que volver a casa, hay quien pudo quedarse apurando la jornada, pero en todos los casos, jamás se dejó de informar, de trasmitir calma, y eso, de verdad que es para aplaudirlo.

En noches como estas, una siente orgullo verdadero de la gente con la que comparte esta semana, aunque se le parta el alma escuchando audios entrecortados de gente que pide calma, pero que avisa que se retira por evitar males mayores.

Tenemos todos los huesos en nuestro sitio y afortunadamente, nada que lamentar, y eso, que no es poco, también merecería un aplauso más.

Técnica Superior en Integración Social, Graduada en Trabajo Social, Especialista Universitaria en Mediación, Máster Oficial en Género e Igualdad. Actualmente Doctoranda en CC. Sociales; investigadora...