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El penúltimo esfuerzo de la semana llega con un día corto pero repleto de variedad con alegorías, cornetas y tambores, sobriedad y estampas de mucha belleza. Cuando todo está consumado, Sevilla nos ofrece otra de esas tardes en las que el final llega sin que el reloj nos avise, de forma plácida y saboreando cada instante.

En la jornada más incierta meteorológicamente de la Semana Santa todo hace indicar que finalmente la lluvia no impedirá el discurrir de las hermandades, pues la relativamente baja probabilidad del 35% cesará a partir de las doce del mediodía para dar paso a una tarde brillante de cofradías.

Tan brillante como El Sol, que cinco años después de su admisión ya es una más en la nómina del Sabado Santo. Desde el Plantinar, el ruán verde de sus nazarenos volverá a proponer en Sevilla una forma distinta de entender la gran fiesta de la ciudad con la alegoría del Varón de Dolores y la Sacra Conversación, acompañados por las bandas de la hermandad.

Cada uno elige como despedirse, los hay que optan por el estilo más añejo, olvidando el Resucitado y contemplando el cierre de las puertas de San Lorenzo. Otros esperan al domingo para despedirse en pleno extásis. Y entre medias está La Trinidad, la última ocasión de disfrutar de las bandas de las Tres Caídas y Las Cigarreras acompañando musicalmente a dos misterios que entienden diferente la forma de procesionar. Y también tiene la última Esperanza, aunque dicen que nunca se pierde. Fíjense en la talla del nuevo paso del misterio de las Cinco Llagas, que aparecerá dorado en su primera fase.

Melancolía y romanticismo en su concepto artístico es lo que representa Los Servitas, una hermandad del siglo XX, con sello del XIX. El clasicismo de su repertorio musical y la sobriedad de esta hermandad ofrecen una transición armónica hacia la nostalgia de lo pasado. Aunque siempre es buen momento para disfrutar de esta cofradía, la noche o el claroscuro del crepúsculo añaden unos matices muy especiales a esta hermandad.

La dulzura de Los Servitas es cortada de raíz por el Santo Entierro, pues pese a la esperanza o feliz aceptación del hecho consumado, la hermandad presidida por S.M. El Rey nos devuelve el carácter trágico de la Semana Santa, mostrando la realidad sin cortapisas. Es una cofradía que merece la pena disfrutar completa, con las representaciones de todas las hermandades, cuerpo de romanos y autoridades civiles y eclesiásticas. Una joya de la ciudad. Otra más.

Y allá en San Lorenzo, la Soledad más acompañada se despide entre velas y candelabros de la ciudad, con el único sonido del rachear de sus costaleros. Austeridad y silencio para escribir la penúltima frase del epílogo de una Semana Santa que recordaremos como perfecta, tal como se presenta este Sábado.

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