La Esperanza Trinidad bajando por Orfila / Ángel Espínola

La lluvia permitió a las cinco hermandades realizar sus estaciones de penitencia sin ningún problema. Por la mañana, Los Gitanos y La Esperanza de Triana regresaron a sus templos.

El titular de esta crónica no juega con el nombre de una hermandad del Sábado Santo. Créanlo, ayer salió el sol. Un sol espléndido, primaveral, que sólo se apagó cayendo la tarde, cuando un viento fresco comenzó a sembrar dudas de cara al Domingo de Resurección. Pero la jornada fue radiante, con todos los pasos en la calle. Y con un público menor, cofrades jartibles que se resistían a decir adiós a la semana grande de Sevilla.

Desde temprano se paseaban por la ciudad Los Gitanos y Triana, que regresaban a sus templos. La gente parecía no haberse movido tras la mojada de la Madrugá, porque se amontonaba durante el recorrido de ambos cortejos. Y eso que fueron traslados rápidos.

Al poco de cerrar definitivamente la Madrugá nacía el Sábado Santo con El Sol. El Cristo del Varón de Dolores iba marcando cicatrices de una intensa flagelación. Cuerpo viejo para una talla que apenas tiene once años. ¿Y el paso de Nuestra Señora del Sol?. Puede tener adeptos o detractores, pero queda claro un año más que no hay palio más particular que el suyo. De madera, con flores originales, y tres figuras bajo la gloria.

Característicos también son los tambores destemplados de Los Servitas. Cortejo fúnebre, cubierto de rosas color sangre la canastilla del misterio, recatado palio de cajón para María Santísima de la Soledad. Desconsolada iba también La Soledad por Campana, con sus andares sobrios, la música, sólo de saetas. Se dice sola, pero lo cierto es que lleva abundante compañía desde San Lorenzo. Muchos niños nazarenos resguardándola.

El cielo claro, picando el sol por Orfila. Todos sabían que esa tarde habría un entierro, pero por allí los sones eran de gozo, más de resurección que de muerte. La Trinidad siempre agrada. Especialmente su primer misterio, que se mueve de un costero a otro con elegancia, mucho espectáculo en su andar. El crucificado no mete el izquierdo, pero su talla es fina, hermosura plena. Parece que el imaginero va tallando la nueva canastilla por el camino. El palio, que trataba de cuidar la caída a la izquierda de la calle, llevaba en su interior a la tercera esperanza de la Semana Santa, la de la Trinidad.

Con otro aire, de más dolor, llegaba el Santo Entierro a Tetuán. Allí había mucha gente esperando a la «canina», y las levantá a pulso aliviado de la urna. El misterio, sin embargo, se recibe peor, porque comienza a anunciar el fin de una semana que deja con ganas de más. Al menos una más. La lluvia, no obstante, seguirá rigiendo las normas de la Semana Santa 2013, y dificultará la salida del resucitado. Al menos, Sevilla disfrutó de un Sábado Santo en el que, al fin, salió el sol.

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