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El Betis salió vivo de Anoeta en un trepidante encuentro que tuvo de cara con un 0-2, una ventaja que desperdición en un cuarto de hora para luego volver a empatar.

El centro del campo no existió en un partido trepidante que deja a ambos conjuntos tal como estaban en la clasificación, y con la sensación de que sus capacidades en esta Liga dan para mucho.

Fue un partido caracterizado por la presión altísima con la que ambos plantearon el partido, con un inicio lleno de imprecisiones, merced a los abusos del balón largo; y transiciones rápidas, sólo cuando los desplazamientos lejanos resultaron imprecisos. De estos minutos sacó más provecho el equipo local, una Real Sociedad que tuvo claras ocasiones en las botas de Zurutuza y Vela. Comprobamos también en estos instantes que no era el mejor día de la defensa bética, especialmente de un dubitativo Mario, que se dejó ganar en alguna que otra ocasión por el excepcional Vela.

Del Betis sólo quedaban las buenas intenciones, merodeaba el área sin que su rival sufriera peligro real. Entendía mejor el partido la Real Sociedad o bien, el partido planteado le iba a su medida. Porque las ocasiones tenían color blanquiazul fruto de contragolpes y transiciones vertiginosas, que en cada oportunidad presentaba una versión mejorada de sus combinaciones. El Betis robaba menos y perdía más balones, lo que le obligaba a combinar desde más atrás cayendo continuamente en la intensa presión realista.

Agazapado, el Betis soltó el látigo demoledor que no mostraba desde hace semanas. Tras un cabezazo de Aguirretxe al palo, Joel Campell agarró el balón en la medular y comandó con velocidad un magistral contragolpe, esperando el momento preciso para dejar sólo a Jorge Molina, que resolvió a la perfección ante Bravo, cambiando el guión del partido.

La primera parte finalizó con una Real Sociedad incisiva, pero sin la seguridad de los minutos iniciales, una condición que trasladó al Betis, mucho más sólido en defensa y que transmitía sensación de peligro en cada acercamiento. La seguridad que el Betis comenzaba a destilar se tornaría en descomposición en la segunda parte. El rápido tanto de Dorlán Pabón, aprovechando la falta de entendimiento entre Míkel González y Bravo, fue la peor receta para los hombres de Pepe Mel, que perdieron el control de su defensa y permitieron la remontada en apenas un cuarto de hora. Primero, un mal despeje de Mario propició el primer gol realista tras el remate de Vela en el interior del área. Acto seguido, un magistral centro del mejicano fue cabeceado por Íñigo Martínez, completamente sólo en el interior del área.

Para culminar el festival, un penalti dudoso de Ángel, por manos en el interior del área, fue aprovechado por Xabi Prieto para sellar la remontada a lo Panenka. El suicidio bético se había consumado por méritos propios. Pero en un partido como éste, donde el balón saltaba de un área a otra en cuestión de segundos, era pecado elevar ningún resultado a definitivo. Dorlán Pabón volvió a igualar la contienda superando al portero realista tras un gran pase interior del recién salido Rubén Castro.

Lo único que cambió a partir de ese instante fue la efectividad de las ocasiones, un reguero inagotable en un partido irrepetible. Volvió a ser una Real Sociedad desenfrenada quien cercaba la meta de Adrián con más peligro, con un Betis que tampoco olvidó las labores ofensivas. Finalmente, Mel actuó con inteligencia dando entrada a Nono y Chica, quienes colaboraron en apaciguar las embestidas realistas y firmar un armisticio que premia los méritos de dos grandes escuadras en este bello monumento al fútbol.

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