Manifestación 8M Sevilla/Pedro Pablo Muñoz

Miles de sevillanas han recorrido las calles del centro esta tarde para reivindicar la igualdad de género en un Día Internacional de la Mujer que ha congregado a manifestantes de todas las edades y sensibilidades para unir sus voces en un único mensaje: la equiparación real de derechos y libertades respecto a los hombres.

La multitudinaria manifestación convocada a las 19:30 del jueves en la Plaza Nueva de Sevilla ha puesto el remate final a una jornada de paros y reivindicaciones de seguimiento y adhesión históricos (el Ayuntamiento cifra en 100.000 personas los asistentes a la manifestación), en el marco de la que ha sido la primera huelga feminista convocada en toda España. Hacia las 19:30 la Plaza Nueva ya estaba abarrotada y la multitud sobrante se apostaba en sus aledaños a la espera de una salida en una sensación de caos organizativo que se mantendría a lo largo de la manifestación y con ambiente entre lo festivo y la denuncia de una voraz desigualdad de género en la sociedad. Una salida en la que la propia cabecera de la manifestación ha tenido dificultades para abrirse paso debido a la masiva afluencia de público congregada en torno a la plaza cuando se acercaban las ocho.

Las manifestantes, han podido comprobar los sevillanos, tenían entre donde elegir para sus consignas: tantas como las vetas del machismo que han venido a denunciar. Brecha salarial, codificación de la mujer, violencia de género en todas sus vertientes (con una dura crítica a la culpabilización mediática de las víctimas), conciliación laboral y doméstica, reparto de los cuidados… Así, a grito de «La noche y la fiesta también son nuestras», «No exageramos, nos están asesinando», o el clásico «Nosotras parimos, nosotras decidimos», la populosa comitiva ha ido avanzando por la estrechez de Tetuán al filo de las ocho de la tarde, recorriendo un callejero que claramente se ha quedado pequeño para la marea de asistentes, distribuidas en goteos constantes por las calles vecinas hasta San Eloy. También pancartas con titulares desmintiendo el fantasma de las denuncias falsas o con «Somos las nietas de las brujas que no pudisteis quemar». Pasadas las nueve, los manifestantes habían ocupado ya la Alameda y aún discurrían por Tetuán.

«La desigualdad se aprende desde chiquitita en casa»

Así, desde estudiantes a jubiladas, muchas ataviadas con el morado por símbolo, y con más presencia masculina de la esperada, una populosa y diversa unión de mujeres se ha hecho oír en el centro de Sevilla. Entre ellas, estudiantes veteranas de asociaciones estudiantiles, pero también primerizas.

«Esto es también por la juventud. Por nuestras hijas», explica Emi, una de las asistentes que contempla entre la alegría y el susto con sus compañeras a la comitiva discurrir lentamente desde Plaza Nueva. «Hemos intentado entrar, pero es imposible», comenta. A ella y a Flor las acompaña María, que viene por primera vez después de que le insistiesen. «He venido a ver también si es verdad lo que dicen luego los medios, y he visto que sí, que hay mucha gente. No he participado nunca, no es que tenga nada en contra, me gusta que se celebre… a mis años yo ya he pasado de todo. Que los venideros tengan más porvenir». «Esto se vive y se aprende desde la casa, desde que eres chiquitita te vas dando cuenta», continúa Emi. «Nosotros en casa éramos cuatro mujeres, pero si hubiera algún hombre sería el rey». Ella, ahora parada, ha sido auxiliar de clínica durante más de 36 años, y como sus compañeras ha sufrido la brecha salarial. «Sí, como mujer me han pagado menos que un hombre. Esta mañana he leído que en la universidad hay más tituladas que hombres, pero ellos son los que están en los puestos de dirección.» «La pena es que hay mujeres muy preparadas que no llegan a donde ellos», coincide Flor.

Uno de los debates que han enfrentado en su organización estas movilizaciones en los días previos a la celebración ha sido cómo conseguir aunar sensibilidades distintas para trasladar un solo deseo, el de la igualdad de derechos, salvando las discrepancias a partir del mensaje, las de procederes y simbología. Es por ello posible encontrar en una manifestación así multitud de opiniones sobre el mismo término feminista. «Hombre, desde luego que sí», afirma Emi, mientras que María dubita al contestar. «Es que esa palabra… me considero feminista, pero no radical. La igualdad de derechos sí la quiero», termina diciendo. «Cuando los hombres quieran su día que vayan ellos», sentencia sarcástica su compañera.

En Tetuán, otra manifestante ha decidido aprovechar la marcha para sacar a sus perros mientras espera a Joana, una amiga. Ella, Carmen, es médico (‘médica’, puntualiza, con una sonrisa), y sí ha secundado la huelga total: lleva todo el día en el centro, desde la concentración matinal. Sí se define como feminista, término del que considera «se ha hecho una malinterpretación interesada». Afirma que no ha sufrido la diferencia de salario respecto a sus compañeros hombres en un sector masivamente formado por mujeres, aunque sí se le han llegado a negar una ayuda desde la Administración que recibió algún compañero hombre sin más razón aparente. «Esto está abarrotado, pero me alegro mucho de que seamos tantos», dice.

Pasadas las nueve y media, la lectura del manifiesto en la Alameda de Hércules cerraba una de las manifestación histórica en la lucha por los derechos de la mujer en Sevilla, con más seguimiento y apoyo del que se ha visto en convocatorias pasadas. Terminado el acto final, las manifestantes seguían en una Alameda abarrotada con ríos de personas que aún entraban por Trajano, sin dar signos de disolverse pronto. Muchas otras enfilan ya el camino de vuelta mientras otras se dirigían a los bares para terminar el día, que no la lucha, después de hacerse oír en una jornada histórica.

Nacido en Sevilla en 1997, estudia periodismo en la Universidad de Sevilla, una profesión que cree aún más necesaria que nunca como fuerza transformadora al servicio de la sociedad. Curioso por naturaleza,...