La ciudad de Sevilla guarda muchas historias, siendo una de las más tristes y melancólicas la de la aristócrata María Fernández Coronel, que para huir del acoso al que estuvo sometida por el Rey Pedro I de Castilla, se arrojó aceite hirviendo a la cara y al pecho.

La protagonista de este relato nació en el año 1334 y fue hija de Alfonso Fernández Coronel, alguacil mayor de Sevilla y señor de Aguilar, hombre principal en el consejo privado del rey Alfonso XI. María se casó con Juan de la Cerda, descendiente en línea directa del rey Fernando III el Santo.

La campaña de acoso contra María comienza en 1353, cuando su padre muere decapitado por orden de Pedro I. Alfonso Fernández Coronel se había sublevado contra el monarca en una lucha nobiliaria que se desencadenó al subir este rey al poder.

Años más tarde, en 1357, muere también decapitado su marido Juan de la Cerda, sublevado contra el rey Pedro, perdiendo María Coronel todos sus bienes, confiscados por el rey que no recuperará hasta la venida al trono de Enrique II.

Es en estas fechas en la que se sitúa la leyenda. Tras las pérdidas que María había sufrido, esta se aisló en el Convento de Santa Clara, donde se ordenó monja. Por su parte, Pedro I se había quedado prendado de la belleza de la aristócrata y la persiguió con el fin de enamorarla.

Para evitar al monarca, María se arrojó aceite hirviendo en su rostro con el objetivo desfigurárselo para que la cruzada de Pedro I de enamorarla quedase frustrada. Posteriormente, con la muerte de Pedro I, María pudo recuperar parte de sus bienes, que invirtió para fundar el convento de Santa Inés.

Aunque la fecha de su muerte se sitúa en 2 de diciembre de 1411, debió morir en 1409, teniendo alrededor de setenta y cinco años. Enterrada en medio del coro de la iglesia, su cuerpo, que se puede ver a día de hoy, fue hallado incorrupto a mediados del siglo XVI, cuando se efectuaron reformas en el convento.

Periodista. En Twitter: @jav097